Alfons Bech
Estoy en Ucrania con la misión de entrevistar a los sindicatos y conocer qué clase de ayuda podríamos hacer desde los sindicatos de Europa occidental. No es una visita como sindicato sino como coordinador del grupo de acción sindical de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania (ENSU en sus siglas en inglés). Durante los días que llevo en Kiev la mayor parte de ellos ha estado lloviendo. Una lluvia a veces fina, pero que te cala hasta los huesos. El río Dnieper recoge útilmente esta agua y el paisaje desde lo alto de Kiev es magnífico, con el ancho río y los árboles verdes. Vitaly, Catya y otros compañeros jóvenes de Sotsialnsy Rukh nos han acompañado el domingo a dar un paseo por la ciudad y nos explican algunas batallas sociales que se han librado ahí o bien aspectos de la historia de Ucrania.
Pregunto a Vitaly qué pasará en invierno en medio de esta guerra. Cierra los ojos y dice que será muy duro. Cuando pregunté al presidente de la Federación de Sindicatos de Ucrania qué clase de ayuda necesitan, lo primero que me dice es que necesitan que los sindicatos occidentales entiendan que esta guerra no es un conflicto interno entre ucranianos, sino una agresión de un país a otro soberano. Hablaré de ello más extensamente en otra crónica, pero me sorprende que no empiece por hacer peticiones materiales.
Después de entrevistarme con los dirigentes de la FPU, me entrevisto con los de la Confederación, la KVPU. Ellos son la segunda federación en Ucrania. Ambos sindicatos están haciendo ayuda humanitaria a sus afiliados y a la sociedad civil en general. Por ejemplo, si la electricidad no funciona en un barrio o en una región, todo el mundo sufre porque esto lleva aparejado que no funcione el sistema de calefacción, centralizada o no, ni aparatos domésticos, ni trabajo. Olesia, la responsable internacional de la KVPU, me explica que el ejército ruso no sólo ha bombardeado y destruido edificios civiles, bloques de pisos, escuelas, sino que también ha destruido expresamente centros de distribución de energía. El caso más flagrante es el de la central nuclear de Zaporihja, la más grande de Europa, que está siendo bombardeado en sus alrededores con grave peligro de que una de sus bombas afecte a la propia planta.
Hace apenas unas semanas los rusos bombardearon una presa sobre el Dnieper y eso provocó una avalancha de agua e inundación muchos kilómetros río abajo. ¿Tenía algún sentido militar esa destrucción? No. Esto es una violación de las leyes internacionales. Un ataque a la población civil. Por suerte la población cercana al río y la presa fue avisada a tiempo y se pudo salvar, pero no sus casas.
Aleksey, sindicalista ferroviario me enseña con el móvil cómo ha quedado la casa de un compañero de trabajo tras un ataque ruso. El interior está todo roto, aunque se mantienen las paredes. Pero el techo ha desaparecido completamente. Me dice que el sindicato le está ayudando a reconstruir la casa antes de que llegue el invierno. Y me enseña la cifra de lo que están recogiendo, que me parece muy baja: 1.250 euros. Pero ese dinero es sólo el costo del material; el trabajo lo pone el compañero y otros que le ayudan a la reconstrucción.
También me cuenta Aleksey que las ayudas oficiales no llegan o llegan con mucho retraso. Además de que llega poca ayuda, hay corrupción en algunas autoridades. Y burocracia. Un jefe de policía de un barrio reconstruyó su casa rápidamente mientras que sus vecinos esperan hace meses alguna ayuda.
En la visita a la Confederación me enseñan una sala donde se acumulan diferentes artículos para ser repartidos como ayuda humanitaria: comida, ropa, calefactores. Algunos de esos materiales han llegado de Polonia traídos por organizaciones solidarias o por sindicatos. Otros los han comprado en Kiev con dinero recogido de ayuda internacional. También veo en otra sala bastantes rollos grandes de plástico: son para poner en las ventanas rotas mientras no se pueda poner cristales. Vuelvo a pensar en el invierno. Sin tapar las ventanas no se podrá vivir.
El dirigente del ramo de la construcción de FPU, Vasyl Andreyev, me dice que los sindicatos pueden ofrecer ayuda técnica para reconstruir las infraestructuras dañadas. Los bombardeos afectan en cadena todos los servicios: la electricidad, el agua, la calefacción, la recogida de basuras… La reparación de esos servicios es clave para poder pasar el invierno. Y no hay suficientes ayudas ni trabajadores dedicados a ellas.
En mis preguntas y requerimientos les digo que yo no tengo dinero, que no sé si podré conseguir alguno, que sólo estoy en una visita de prospección. Les digo que hace falta que algún sindicato importante de Europa occidental, o algunos que quieran trabajar de común acuerdo, tomen a su cargo la responsabilidad de hacer una petición a instituciones de sus países, de gestionar el proyecto y de estar en permanente contacto para resolver los problemas que puedan surgir. Lo entienden perfectamente.
El invierno ya asoma con las primeras lluvias de otoño. Yo soy del Sur. Jamás lo he vivido en un país tan al Norte de Europa, pero imagino que la temperatura cae en picado. Si en Europa occidental la gente se prepara y compra leña, en Ucrania la falta de gas, de petróleo o la avería de la central nuclear puede ser tan mortífera como la propia guerra. La ayuda humanitaria debe llegar por todos los medios posibles y en mayor cantidad y calidad. Los valiosos convois de sindicatos y organizaciones solidarias con Ucrania aún serán más valiosos si pueden realizarse. Pero los grandes sindicatos deben implicarse más en conseguir ayuda financiera, recogiendo dinero de la afiliación y también de las instituciones.
En estos momentos no hay otra clase de ayudas oficiales que para ayuda humanitaria. Lo he preguntado en Catalunya y todos las personas técnicas y expertas me dicen lo mismo. Los proyectos de reconstrucción para después de la guerra están hablándose por arriba, pero aún no hay nada oficial. Posiblemente los gobiernos estén hablando qué partes y empresas les tocará a cada país.
Pero los sindicatos debemos de participar de la gestión de las ayudas que son suministradas en nombre de toda la sociedad. No podemos dejar todo ese dinero en manos de la burocracia de los estados o de la Unión Europea solamente. La gestión de los sindicatos y la ayuda directa ha mostrado ser tan o más eficaz que otros canales. Y, sobre todo, con muchísima menos corrupción. Entrar en la gestión de la ayuda humanitaria oficial que ofrecen Ayuntamientos, Gobiernos regionales, nacionales o instituciones europeas es entrar en una batalla de papeleo, de redacción de propuestas, de vencer trabas burocráticas…pero merece la pena hacerlo. Es también nuestro dinero como parte de la sociedad. Y sabemos que podemos dar un buen uso a ese dinero, que irá a parar lo más directamente posible a la población trabajadora.
¿No deberíamos intentar usar parte de esos fondos públicos para la ayuda humanitaria a través de los sindicatos? En mi opinión, eso es parte de la lucha en favor de Ucrania y para resistir la agresión rusa. Ante el invierno que viene es muy importante...y urgente.