Del 4 al 7 de mayo una delegación de 24 militantes de distintos países europeos, periodistas y diputados de izquierdas[1] se desplazó a la ciudad de Lviv, al norte de Ucrania, para tomar contacto con militantes socialistas, anarquistas, feministas, ecologistas y sindicalistas ucranianos[2]. La ciudad ofrecía una visión engañosa con sus limpias avenidas y parques. Parecía que no había guerra. Pero se la oía. Cada día sonaban las alarmas de ataques aéreos, una, dos, hasta tres veces. Pero, en lugar de correr hacia los sótanos de los edificios, que era lo que nos habían recomendado, la gente se quedaba tranquila en su sitio. Después de una alarma el pub Pradva B, uno de los más conocidos donde había quedado con unos amigos, los empleados me dijeron que estaba cerrado por esa causa. Insistiendo en comunicarme con ellos por Telegram, me dijeron "estamos dentro". En efecto, en el sótano mis amigos y toda la gente joven estaban bebiendo sus cervezas. Hay que saber estas cosas cuando se va a un país con guerra.
Como parte de la delegación escuché los relatos de muchos sindicalistas. Dirigentes mineros, de la construcción, de la energía atómica y ferroviarios, etc. Cuando me presenté al líder ferroviario del depósito de Kiev, Aleksandar, me invitó a ir con él a la capital y subir en la máquina. Me tentó mucho la proposición… pero tenía otras tareas que hacer. Así que hemos quedado que para la próxima.
En los dos días de conferencias hablaron muchas de las organizaciones presentes. Lo primero que aprendí es que, para los sindicalistas, las feministas, los ecologistas, las organizaciones de derechos humanos, nada diferencia la lucha que libran contra la invasión rusa con armas o sin ellas. Si venciera Putin todos los derechos quedarían suprimidos y su nación no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir como tal, ni legislar, ni hacer políticas progresistas. En la zona ocupada de Donest enfermeras se quejaban que el ejército ruso las había obligado a cambiar sus contratos por otros peores y eso estaba avalado por la federación sindical rusa. Por eso los sindicatos se ocupan de mantener un vínculo y saber cómo están sus afiliados en el frente, sea dentro del ejército regular o en la defensa territorial. Esta es una defensa civil que recibe apoyo popular, sindical y de ONGs, y también participa de la lucha armada…cuando tiene armas.
La retaguardia está organizada por todo tipo de asociaciones que han surgido. Mujeres feministas de diferentes grupos se encargan de hacer llegar ayudas, alimentos a soldados o…de hacer piercings y cuidado personal a otras mujeres. También de ayudar a mujeres que sufren abusos, bien violaciones en caso de ser atacadas por soldados rusos, o bien abusos de los propios soldados ucranianos o maridos. Las armas, la tensión y violencia de esta guerra, recae muchas veces en ataques a las mujeres. Pero muchas de ellas están en el ejército y en la defensa territorial y se hacen respetar.
Los gitanos también sufren una discriminación que viene de lejos. Muchos de ellos no tienen papeles a pesar de haber nacido en Ucrania. Pero sí están participando en el ejército, en las defensas. Lo malo es cuando las mujeres tienen que salir fuera de su país, sin papeles su situación es aún más dramática. El gobierno ha aceptado acelerar la inclusión de este amplio colectivo, pero la ley no está desplegándose.
La guerra y los derechos
Todos los colectivos mostraban la contradicción que tienen. De un lado luchan por la defensa de su país ante la agresión rusa y están convencidos de su victoria. Del otro lado deben hacer frente a políticas neoliberales que benefician a oligarcas y ricos. En medio de la guerra la lucha de clases no desaparece, aunque queda amortiguada por la tarea principal que es la derrota del enemigo común. No entienden que haya sectores que estén en contra de que Ucrania reciba armas para defenderse. Algunos militantes de izquierda lo comparan con la guerra civil española donde la República no pudo ganar, entre otras cosas, por el embargo que le hicieron Francia e Inglaterra mientras Franco sí recibía la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista.
Pero ahora me centraré en la ayuda que piden los sindicatos de Ucrania. El gobierno Zelenski ha sucedido a otros gobiernos que ya aplicaban las mismas recetas neoliberales de todo el capitalismo, occidental y oriental: recortes en los servicios como la salud, corrupción, destrucción de la naturaleza para embolsillar dinero a los más ricos. Hay otros ejemplos: el gobierno ha levantado la protección de bosques y zona de alto interés natural para liberalizarlas, bien sea para hacer complejos turísticos y de esquí, bien para permitir cortar madera de bosques primarios, o para ocupar más territorio agrícola. Todo ello sólo puede servir y ser aprovechado por los oligarcas. Así pues, estos militantes están con Zelensky frente a la guerra provocada por Rusia, a la vez que contra Zelenski en la mayoría de las reformas económicas, ambientales y sociales que aplica.
El pasado 1 de mayo de 2021, es decir antes de que empezara la guerra, los sindicatos se manifestaban frente al Parlamento denunciando las medidas neoliberales que se estaban aprobando aprovechando la pandemia. La pancarta que llevaban era clara: "¡No a la dictadura de los patronos!, ¡Trabajo decente para Ucrania!". Pero en medio de la guerra esas políticas han seguido y la ley marcial ha recortado los derechos para defenderse la sociedad civil. Por ejemplo, las huelgas y manifestaciones están prohibidas; muchos trabajadores no han cobrado el salario del mes anterior, o sólo una parte.
Una ley contra los trabajadores
Ahora el punto de mayor fricción es el del proyecto de ley № 5371, que los sindicatos y sus asesores legales definen como "inconstitucional e incompatible con las normas de la UE y la OIT." El artículo 38 de la Constitución de Ucrania consagra el derecho de los ciudadanos a participar en la gestión de los asuntos estatales. Sin embargo, en condiciones de guerra, el trabajo de la legislatura está cerrado, lo que excluye la posibilidad de una participación pública plena en el proceso legislativo. El 12 de mayo, este Proyecto fue sometido a votación sin previo aviso, y aprobado con reducción del plazo de preparación para la segunda lectura (no se especifica su fecha). El intento de acelerar la promoción de esta escandalosa iniciativa es visto como una intención de neutralizar posibles resistencias y evitar la discusión pública. Muchos diputados tienen visiones neoliberales, es decir, expresan la voluntad de clase de los empresarios. Actualmente, no hay partidos o facciones en el parlamento que defiendan los intereses de los trabajadores y se opongan a los planes para restringir sus derechos. Bajo la ley marcial, la capacidad de los trabajadores para oponerse colectivamente a las iniciativas antipopulares está limitada: las huelgas están prohibidas y las manifestaciones pueden prohibirse sin una orden judicial.
Según Mykhailo Volynets, dirigente de la Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania (KVPU) con esta ley el empleador tiene el derecho ilimitado de rescindir unilateralmente el contrato de trabajo por iniciativa propia: "no requiere que el patrón proporcione las razones del despido". Como resultado, un trabajador o trabajadora no podrá reclamar si se violan sus derechos, porque el empleador no está obligado a justificar su despido. El empleador solo está obligado a pagar la compensación establecida en el contrato de trabajo. La KVPU considera que la propuesta de conceder al empresario el derecho ilimitado a despedir a los empleados a petición de éstos no se ajusta a la legislación europea.
La ley afecta a las pequeñas y medianas empresas, hasta 250 trabajadores, que representan alrededor del 75% de Ucrania. En la relación contractual pasaría a prevalecer los cambios que determinen los empresarios en materias de jornada, vacaciones, pago del salario, horas extras. El abogado y asesor sindical, Vitaly Dudin, que también preside la organización Movimiento Social, dice que sólo "los esfuerzos coordinados de los trabajadores pueden detener una reforma laboral peligrosa. Para hacer esto, es necesario poder difundir el desacuerdo de los sindicatos en todas las formas posibles, difundir la información sobre estas innovaciones peligrosas, exigir a los diputados que no voten por el Proyecto № 5371 como inconstitucional e incompatible con las normas de la UE y la OIT". Dudin y Volynets piden el apoyo de todos los sindicatos europeos a su lucha.