Alfons Bech
El grupo de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania (RESU) hemos acabado de realizar una campaña en ayuda a los sindicatos de nuestros hermanos ucranianos que trataba de evitar la ratificación de leyes muy malas aprobadas por el Parlamento. No hemos podido conseguirlo. El presidente Zelensky finalmente ha ratificado todas las que el Parlamento, donde su partido tiene mayoría, había aprobado. ¿Significa esto que debemos dejar de apoyar a los sindicatos de Ucrania? ¿Significa que debemos dar la espalda a Ucrania ante la invasión de Rusia, ya que “también tiene un gobierno que sirve a los oligarcas”?
La lucha nunca es en vano
Es cierto que no hemos conseguido lo que era el objetivo: evitar la aprobación de las leyes, en especial la llamada 5371, que desregula aspectos importantes de las contrataciones de la gente trabajadora y disminuye el papel de los sindicatos, dentro de las pequeñas y medianas empresas hasta 250 trabajadores, facilitando los despidos. Esta ley ha sido ratificada días después de otra que se había presentado al mismo tiempo (la llamada ley 5161, sobre contrataciones de “0 horas”), lo que indica que las presiones nacionales e internacionales de los sindicatos y campañas han hecho, al menos, pensar en el gobierno en la idoneidad de firmarla en ese momento.
No se trata sólo de una especulación. La parte tangible, concreta, es que el Parlamento ha modificado algo ha estado en la duración de la ley. Ésta será válida sólo durante el período de guerra. Esto puede parecer poco, pero es fruto de una lucha. Por primera vez desde hace tiempo, todos los sindicatos ucranianos han hecho una declaración común pidiendo que se retirara este proyecto de ley. Tres campañas internacionales –RESU, Labour Star, SumOflus– han recogido casi 30.000 firmas en poco tiempo. Y las dos confederaciones internacionales más importantes, la CES y la CIS, así como grandes federaciones internacionales, como las del Transporte, Educación, Periodismo, han tomado posiciones muy claras en contra de la aprobación de esta ley señalando que va en contra de las normas establecidas por la Unión Europea y las leyes internacionales del trabajo de la OIT.
Lo que sí se ha notado de menos es el posicionamiento de la propia Unión Europea. Ninguna institución oficial ha dicho nada sobre las leyes neoliberales que se han aprobado en Ucrania en las últimas semanas. ¡Y no será porque las federaciones internacionales no se hayan dirigido a las instituciones europeas! Parece que para la UE no es importante el ataque a los trabajadores ni cuando se aprueban leyes neoliberales más allá de sus normas.
Guerra y lucha de clases
Todo esto muestra que la guerra defensiva que libra Ucrania contra la invasión imperialista de Rusia no diluye los intereses ni alineamientos de clase dentro del país: los oligarcas, ricos y buena parte de los patrones de un lado... y la gente trabajadora, campesina, soldados rasos, del otro. Es más: los sectores más ricos, los más alejados de los sufrimientos del pueblo ante esta guerra, los que nunca van ni irán al frente, aprovechan precisamente la guerra para golpear los derechos de los trabajadores para preparar una salida a la guerra todavía más neoliberal de lo que era antes Ucrania. Lo que les importa es que sus negocios funcionen lo mejor posible. La guerra es una oportunidad para ellos si logran imponer la mayor parte de su coste a la clase trabajadora y quedan debilitadas sus organizaciones durante la reconstrucción.
El argumento principal utilizado por los políticos que sirven a los oligarcas y ricos (muchos de ellos del partido “Servidor del pueblo”) es que estas medidas radicales y extremas que restringen derechos, libertades o levantan restricciones al enriquecimiento y los negocios de los capitalistas, son imprescindibles para responder mejor a las necesidades económicas contra el enemigo. Así, al igual que la ley marcial ha prohibido las huelgas y las manifestaciones, elementos claves de la independencia de los sindicatos, también las informaciones sobre la aprobación de determinadas leyes o decretos de privatizaciones son restringidas y los medios de comunicación quizás no lo informan suficientemente. En esta situación es normal que la población esté concentrada en lo que ocurre en el frente militar y acepte lo que diga el presidente Zelensky sobre el tema. El tiempo mostrará que esta política no era por las necesidades de guerra sino por servir a los burgueses.
Imagino que la actividad de los sindicatos es muy difícil en esa situación. Por lo que explican compañeras y compañeros ucranianos, la mayor parte de su activismo es resolver problemas derivados de la guerra: cobro de salarios atrasados, atender a personas despedidas, contacto con los soldados afiliados que están en el frente y los hospitales, contacto y ayuda a los sindicalistas y afiliados en las zonas ocupadas por Rusia. Es decir, la mayor parte de la actividad podría decirse que es ayuda humanitaria.
La actividad sindical es pues defensiva, de resistencia a perder derechos, propiedades y conquistas que todavía quedan en pie desde tiempos del régimen llamado socialismo (un régimen degenerado y dictatorial, pero sin burguesía), que tenían de la época de la antigua URSS. Defensiva también en el terreno político e ideológico, ya que los elementos más neoliberales del Parlamento y gobierno ucraniano llevan desde hace tiempo una lucha por la llamada “des-sovietización” que, en el fondo, sólo busca el debilitamiento y disminución del poder de los sindicatos y partidos de izquierdas, aprovechando el impulso de una población que quiere acercarse a Europa para deshacerse de la bota rusa. La población imagina la entrada en la Unión Europea pensando en un trato justo y democrático, sin saber que es un club de ricos para los ricos, donde ni siquiera se ha podido aprobar una Constitución democrática porque esto la ponía en cuestión.
La clase obrera en el frente de guerra
Desde el principio de la globalización la clase obrera internacional hemos ido perdiendo posiciones. No supimos adaptarnos al fenómeno de crecimiento desmedido del capital, de las inversiones, del comercio, del “just in time”. Año tras año, las innovaciones tecnológicas han permitido a los capitalistas acumular más parte de la tarta en base a aumentar la productividad y la desregulación del mercado laboral. En los países del Oeste lo hemos pagado con un debilitamiento del poder sindical y de los partidos de izquierdas, favoreciendo una degeneración aún más oportunista de la mayoría de partidos socialdemócratas, ejemplificado en Tony Blair. En el Este, la caída del muro de Berlín llegó con una carencia muy grande de sindicalismo independiente, mucha burocratización y muy poca oposición política a la izquierda de los aparatos llamados "comunistas". El resultado fue que un sector de la vieja burocracia se convirtió en oligarquía capitalista, mucha de ella mafiosa, conservando viejos métodos y tics estalinistas. Putin es el modelo más acabado.
Este brevísimo y personal repaso de las últimas décadas lo hago para constatar que hemos entrado en una nueva era sin tener todavía unas herramientas y preparación adecuada. La guerra de Ucrania es el ejemplo más evidente y dramático de esa contradicción. La clase obrera ucraniana está en el frente, enfrentándose al enemigo invasor. Lo ha hecho desde el inicio, el 24 de febrero. Con las pocas armas que tenía, o con ninguna, se ha alistado en el ejército, se ha apuntado a las defensas territoriales cívicas, o ha ayudado de mil maneras a la reorganización de la retaguardia y la población civil. Es precisamente esa respuesta la que deberían mirar las organizaciones trabajadoras, sindicatos y partidos de izquierda y asociaciones occidentales, para ver que se trata de una guerra justa la que ellos y ellas hacen, más allá de la política laboral de su gobierno, extremadamente neoliberal. Sin la respuesta de la clase obrera alzándose contra la invasión, ni el gobierno Zelensky ni el ejército ucraniano habrían durado mucho tiempo seguramente.
Y a pesar de retrasos por cobrar su sueldo de la parte del gobierno y de la parte patronal los soldados no abandonan el frente; no hay apenas deserciones. No sólo eso, hemos visto episodios de auténtico heroísmo en muchos sitios, como en Mariupol. Hay muchas señales, si se quiere ver, de que el ejército y la resistencia de Ucrania se apoyan en un apoyo popular, y que éste va más allá de las divisiones lingüísticas entre ucrainófobos y rusófonos. La guerra ha unido a Ucrania como nunca. Todo lo contrario del ejército ruso que utiliza no pocos mercenarios pagados o soldados no rusos, etnias que no conocen ni historia ni lengua ucraniana y van engañadas por la propaganda.
¿Se puede defender la clase obrera ucraniana sin defender a Ucrania?
Entonces debemos llegar a una conclusión sobre si podemos separar la solidaridad de clase occidental con los ucranianos, de la defensa de Ucrania como país frente a un país imperialista como Rusia. Es un tema que no se debate demasiado, o lo más mínimo, dentro de los sindicatos occidentales. Recibo bastantes mensajes de whatsap de compañeros y compañeras dando malas noticias de Ucrania. La mayoría de ellos son sobre aspectos que en Europa occidental quizás están superados o casi, otros no tanto. Por ejemplo, circula por la red que el gobierno Zelensky ha aprobado una ley que prohíbe el ruso como idioma cooficial o que los libros en ruso son retirados de las bibliotecas públicas (en Cataluña los Tribunales menosprecian y atacan también a la lengua catalana). También sobre las leyes neoliberales. La aprobación de la ley 5371 será otra de estas malas noticias. Pero difícilmente puede tenerse un debate serio sobre qué sentido tiene esta guerra y qué posición debería tomar el sindicato. Yo he podido hacerlo en la reunión de la ejecutiva de pensionistas de mi área metropolitana, pero es un espacio muy reducido. Y, aunque se despejaron algunas dudas, aún surgen más. Porque el debate debería ser amplio, abierto y, sobre todo, teniendo información directa de lo que dicen los sindicatos y personas militantes ucranianas, no sólo los artículos de prensa o de redes contaminadas por una posición pro-Putin o “anti-OTAN” en un sentido estrecho.
En las reuniones que pude asistir a Lviv el pasado mayo, empezada la guerra, con compañeros y compañeras ucranianas, sindicalistas, feministas, ecologistas, éstos siempre repetían algunas cosas que deberíamos tener presente en occidente. Ellos se consideran de izquierdas y consideran al gobierno Zelensky un gobierno de derechas neoliberal...pero escogido democráticamente por el pueblo. Es una gran diferencia respecto a los presidentes de Rusia y Bielorrusia. Zelensky seguramente está cometiendo errores estratégicos, pero tiene su popularidad alta por la defensa que hace de Ucrania frente a Rusia. Saben que no es el mejor gobierno que podrían tener ya que representa a las clases más ricas de la sociedad, pero, por ahora, no pueden sustituirlo. La clase trabajadora, las asociaciones, la sociedad civil, está demasiado débil y demasiado volcada en la defensa del país y no tiene ni siquiera representación política en el Parlamento.
Sobre todo, tienen algo muy claro. Los trabajadores y sindicatos ucranianos han visto con sus ojos algo que ya intuían: que en los territorios ocupados por el ejército ruso desaparecen todos los derechos, nacionales y laborales, de los ucranianos. Los puestos de trabajo de muchos maestros que han tenido que marcharse o que no quieren ser obligados a cambiar el sistema de enseñanza por el ruso, son sustituidos por otros maestros llegados de regiones lejanas de la Federación Rusa, que no tienen idea de la lengua, costumbres, cultura ni historia de Ucrania. En otras profesiones ocurre lo mismo: bomberos, funcionarios locales, médicos, enfermeros y enfermeras. Niños y profesores son obligados en algunos pueblos ocupados a hacer propaganda del ejército y realizar actos públicos exhibiendo la letra Z; quienes se resisten son expulsados de la escuela...
La conclusión por ellos es diáfana pues: si mantienen una Ucrania soberana, independiente de Rusia, con un gobierno propio, siempre tendrán posibilidad de revertir malas leyes y mejorar el gobierno. Si son un país ocupado o colonizado, sólo existirá la ley de quien mande en Rusia; sólo sindicatos obedientes al poder y normas laborales que sean legales en Rusia; sólo predominará la cultura rusa y será borrada la ucraniana; los funcionarios serán prorrusos o directamente rusos; y toda oposición nacional ucraniana será considerada como un ataque a "la gran nación" rusa o, incluso, como terrorismo. Todo esto es la esencia de los discursos de Putin y es la conclusión material de las consecuencias para el pueblo que supondría la negación de la existencia de Ucrania como país soberano. Todo esto lo explican gente normal ucraniana y tendríamos que saberlo.
Rusia es un estado tan imperialista como Estados Unidos
Entre muchos compañeras y compañeros sindicalistas con los que hablo, y también algunos independentistas, pacifistas e incluso revolucionarios, predomina la idea de que “no está bien lo que ha hecho Rusia...pero lo ha hecho para defenderse del OTAN”. De ahí se pasa a que "el principal enemigo es Estados Unidos y la OTAN". Y de ahí que mejor "no criticar a Rusia" y, en cambio, criticar todo lo que está haciendo la Unión Europea y OTAN de aumentar los presupuestos militares y el armamento de los ejércitos. Y de ahí se pasa por encima de Ucrania, su soberanía, desaparece su resistencia como pueblo, su historia y cultura y, pese a las evidencias, la consideran sólo un simple “instrumento de occidente”, un “estado oligárquico” o, incluso, mafioso.
Con lo único que estoy de acuerdo es con el no al armamentismo ni a que sean los pueblos europeos, quienes paguemos las consecuencias de esta guerra con las rebajas que comportarán este tipo de presupuestos en menor salud, educación, servicios sociales, o falta de cambios estructurales y rápidos hacia las energías renovables, etc. En cambio, las otras afirmaciones no tienen en cuenta las preguntas que todo trabajador, trabajadora, o persona con conciencia de izquierdas, debería hacerse: ¿es Rusia un país imperialista? ¿Es Ucrania un país no-imperialista? ¿Cuál es la razón de esta guerra? Y, sobre todo: ¿cómo ha reaccionado el pueblo ucraniano ante la invasión?
Con la mayoría de estos compañeros y compañeras tenemos grandes acuerdos. Por ejemplo, defendemos a Cuba como país soberano e independiente y estamos de acuerdo en que Cuba tiene todo el derecho a defenderse con las armas que pueda obtener de donde sea ante el mayor imperio que tiene a pocas millas y que le causa un bloqueo criminal desde hace décadas. Muchos de ellos simpatizan con su régimen castrista. Pero quienes no lo hacemos, porque lo consideramos poco democrático y represivo de las libertades, también estamos de acuerdo en defender a Cuba porque aquí lo que importa en primer lugar es la soberanía nacional frente al imperialismo. Tenemos en común el antiimperialismo. ¡Qué paso atrás histórico sería una Cuba bajo el dictado de Estados Unidos! ¡Un paso atrás para toda la humanidad! Pues bien, ¿por qué no aplicamos la misma regla de tres en Ucrania, una nación que sólo hace 31 años que ha podido constituirse como nación independiente y que siempre ha estado condicionada, y colonizada durante muchos años, por el imperio mayor europeo y primera potencia nuclear del mundo?
Estamos pues de acuerdo en aspectos esenciales como defender a Cuba, combatir el armamentismo y la OTAN, el racismo, el fascismo... Pero si aceptamos que Rusia ha dejado de ser “país socialista” desde hace ya décadas, si aceptamos que es un estado basado en una oligarquía que quiere reconstruir la “Gran Rusia” de los territorios de la época zarista, tal y como Putin dijo, debemos ser consecuentes: su imperialismo es tan nefasto como el de Estados Unidos. No por ser un país menos desarrollado económica y tecnológicamente sus crímenes son menos importantes. Los imperialistas se reparten el mundo en zonas de influencia y Rusia defiende su "patio trasero". Dejar que gane la Rusia imperialista esta guerra en lugar de ayudar a la defensa de Ucrania y a la retirada de las tropas rusas, no podría llevar más que a un reforzamiento de las posiciones más reaccionarias en toda Europa. Sería un refuerzo de la extrema derecha por todas partes y de las alianzas que ya se venían haciendo entre ellas y el régimen putiniano.
Los gobiernos pueden ser más o menos progresistas o reaccionarios, pero lo que nunca podemos es ser neutrales entre un imperialismo que agrede y una nación independiente que se defiende. La neutralidad o el pacifismo en aras de no querer “ninguna guerra” ayuda al agresor. No es antiimperialismo sino girar la cara hacia otro lado frente a la agresión concreta de un imperialismo contra una nación soberana. La independencia y soberanía de Ucrania es tanto o más importante para la clase trabajadora mundial que la soberanía e independencia de Cuba. Ésta es la mejor oportunidad que tenemos desde la caída del muro de Berlín de entender muchos porqués de lo que ha estado pasando en esta parte de Europa, en particular desde 2008 y 2014, y de rehacer los vínculos políticos entre la clase obrera del Este y del Oeste. Debemos acercarnos y escuchar lo que dicen sindicalistas y militantes de Ucrania, de Rusia y de Bielorrusia para ver objetivamente la verdad.
Derechos nacionales y derechos sociales van juntos
Como partidario del derecho a la autodeterminación y la independencia de Cataluña, y como obrero sindicalista y revolucionario, creo que la mejor forma y más directa de conseguir la libertad nacional es incorporando a la población trabajadora en el proyecto, en la definición del país, de la república que se quiere. Para resistir y ganar el imperio que nos oprime y que actúa como colonizador en muchos aspectos, con muchos más medios materiales, represivos y también potencia cultural y propagandística, debe facilitarse la participación democrática de las más amplias capas de la población. Esto es una lección a la que todavía las izquierdas en Cataluña no hemos llegado; estamos tratando de ponerla en práctica y cuesta mucho. La clase burguesa catalana independentista pone por delante y condiciona todos los acuerdos y unidad con los demás independentistas a que sea ella quien debe dirigir el proceso independentista a toda costa, y debe hacerlo según sus intereses particulares. Casi cada vez que la burguesía catalana ha tenido que escoger entre sus intereses y los del pueblo de Catalunya en un sentido amplio, lo ha hecho pensando sólo en amigos y empresarios. Evidentemente, esto resta partidarios por la independencia entre la gente trabajadora y divide un frente común democrático ante el estado español. Y también sirve de excusa a parte de la izquierda para no luchar consecuentemente por el derecho a la autodeterminación.
Si esto ocurre en Catalunya diría que todavía es más importante ahora en Ucrania, en medio de la guerra, donde las fuerzas vivas de la nación, la población trabajadora y joven en el sentido más amplio, sostienen al país con armas en la mano. Si no se reconocen estas fuerzas como las esenciales del país, como las que hacen los servicios imprescindibles para que la sociedad funcione: mueven los trenes, enseñan a niños y jóvenes, curan heridos y enfermos, apagan fuegos, mueven la maquinaria burocrática... Si en lugar de reconocer su trabajo y su valor se les ataca con leyes que echan atrás los avances en las leyes y la cultura lograda por la sociedad (por más que se haga con la excusa de “des-sovietizar”), entonces tenemos un gobierno que no trabaja por el conjunto de la sociedad y pone en peligro la victoria de Ucrania. La gente trabajadora tiene todo el derecho a pedir a Zelenski si quiere gobernar sólo para los ricos, oligarcas y patrones o para la mayoría de la sociedad que trabaja, vive y se sacrifica por Ucrania, incluso en el exilio.
Ni la sociedad en su conjunto ni los sindicatos de la clase trabajadora son homogéneos. Las diferentes partes y clases sociales y sus formas de vivir determinan la forma de pensar de cada una. Con unas posibilidades materiales venidas a menos, con familiares en el exilio, con una perspectiva de dura guerra que todavía queda y una posguerra de reconstrucción por delante, muchas formas de vivir se parecerán ahora unas con otras. Los sindicatos, seguramente hasta ahora divididos entre los que tenían estatus más oficial y más cercanos a los gobiernos y los que han surgido más tarde como sindicatos independientes, se encuentran ahora atacados por igual. La sacudida de la guerra es seguramente pues la ocasión también para construir una unidad más amplia entre las fuerzas que luchan por una República progresista, por una sociedad avanzada en derechos y libertades. Ucrania es un país rico y con una gran cultura y podría ser una sociedad avanzada de la Europa unida que debe salir después de la guerra.
La derrota del imperialismo ruso no se hace sólo en la frente. También se hace dentro del propio país, mostrando que es posible construir otro tipo de sociedad en la que la gente trabajadora vive mejor y es tenida en cuenta. Esto penetra las filas enemigas y la realidad acaba imponiéndose por encima de la propaganda, desmontando toda la arquitectura montada por Putin sobre bases falsas. Si los sindicatos ucranianos son capaces de unirse y luchar juntos ante la ofensiva neoliberal, esto puede cambiarlo todo. En cualquier caso, desde la solidaridad internacionalista intentaremos aprender de su proceso y ayudar a nuestros hermanas y hermanas de clase.