Ilya Matveev Federico Fuentes
Ilya Matveev es un socialista ruso, economista político y miembro del colectivo editorial de Posle, una nueva revista rusa posicionada contra la guerra. En esta entrevista analiza los antecedentes de la invasión de Ucrania, el impacto de las sanciones a Rusia y las razones por las que la izquierda internacional debe comprender la realidad del imperialismo ruso y dejar de justificar la invasión.
Muy pocos predijeron que Rusia invadiría Ucrania en la escala en la que lo hizo el 24 de febrero pasado, pero muchos se apresuraron a dar explicaciones sobre las razones por las que Vladímir Putin actuó de ese modo. ¿Cómo explica usted la invasión y la guerra actual?
La noticia de que Rusia había invadido Ucrania el 24 de febrero me dejó completamente conmocionado y desmoralizado. Sin embargo, no me sorprendió del todo porque la posibilidad de que esta invasión pudiera producirse siempre estuvo ahí. La masa de tropas rusas estacionada a lo largo de la frontera ucraniana —casi 200.000 soldados durante más de un año— evidenciaba esa posibilidad. Diría, en ese sentido, que la invasión estaba prevista desde marzo-abril de 2021. Algunos analistas dijeron que la acumulación de tropas en la frontera ucraniana era una especie de farol de Putin, pero el farol no es el estilo de Putin. Según sus principios, si haces alarde de fuerza debes estar preparado para usarla. Así que desde el momento en que Putin reunió a 200.000 soldados en la frontera ucraniana, estaba claro que estaba dispuesto a invadir.
En segundo lugar, tenemos que entender este conflicto desde una perspectiva de más largo plazo. Ya había una guerra entre Rusia y Ucrania antes de la invasión. Si abres la página de Wikipedia sobre la guerra ruso-ucraniana, se refiere a 2014 como el punto de partida de la guerra, cuando Rusia anexionó Crimea. Creo que eso tiene sentido. La guerra en sí puede remontarse al prolongado conflicto que comenzó hace ocho años, cuando Rusia empezó a apoyar a los separatistas en el este de Ucrania y anexionó Crimea. En este sentido, la invasión de febrero es solo la más reciente fase de la guerra. Es verdad que la fase anterior fue a menor escala, pero estamos hablando de no menos de 10.000 soldados rusos que participaron en esa primera fase de la guerra rusa contra Ucrania.
La última fase de la guerra entra en la lógica de este conflicto que comenzó en 2014. Se cruzó un umbral con la anexión de Crimea. Es importante entender esto y separar la historia de Rusia y Ucrania antes y después de esta anexión. Antes, Ucrania había firmado el Memorándum de Budapest en 1994, por el que entregaba sus armas nucleares a Rusia a cambio de garantías de seguridad de que Rusia no atacaría a Ucrania. Putin pisoteó esas garantías al entrar en guerra con Ucrania y ocupar partes del país en 2014-15. Fue entonces cuando comenzó la guerra. Desde ese momento, con la concentración de tropas, se hizo posible una invasión a gran escala. Posible, pero yo diría que no inevitable: lanzar esta invasión fue, en última instancia, una decisión de Putin.
Muchos analistas afirman que la anexión de Crimea se debió principalmente a preocupaciones de seguridad por parte de Rusia. Algunos sostienen que el motivo principal fue el temor a perder el acceso a su base naval en el Mar Negro, mientras que otros sostienen que la preocupación central de Rusia era el expansionismo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Es cierto que las acciones de Rusia en Ucrania desde 2014 fueron impulsadas principalmente por esas preocupaciones de seguridad?
No está del todo claro por qué Rusia anexionó Crimea o por qué invadió en febrero. No conocemos con total certeza las razones de Putin. Pero podemos hacer una conjetura. Los dirigentes rusos vieron que Ucrania se estaba alejando de forma decisiva de la esfera de influencia de Rusia y que se estaba alineando con Occidente. Para el Kremlin, una Ucrania independiente de Rusia, en la que las decisiones clave no se toman en Moscú y que se alinea con Occidente, es inaceptable.
Desde el levantamiento de Maidan en 2014, Ucrania ha ido avanzando en esta línea. Desde ese momento, el Kremlin ha demostrado estar dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para someter a Ucrania y obligarla a volver a su esfera de influencia. La anexión de Crimea fue probablemente dictada específicamente por el miedo de Rusia a perder su flota del Mar Negro y su base naval en Sebastopol. Para algunas izquierdas, esto sirve de justificación para la anexión de Rusia. Pero, ¿se puede justificar realmente este tipo de agresión preventiva?
Rusia está ahora en proceso de anexar más territorios de un país soberano. Este tipo de agresión preventiva no es un comportamiento normal. Y, claramente, no es aceptable y ni justificable. El problema con el discurso oficial ruso es que trata de fusionar la seguridad rusa con los intereses imperialistas rusos. Siempre hablan de seguridad. Sostienen que Ucrania, de alguna manera, es una amenaza existencial para Rusia. Sin embargo, es Rusia quien comenzó la guerra contra Ucrania, y si esta guerra no es una amenaza existencial –con todo el Occidente contra Rusia– debido a las armas nucleares que posee Rusia, entonces ¿cómo puede representar una amenaza existencial el hecho de que Ucrania se aleje de la esfera de influencia de Rusia? Está claro que una situación así sería mucho más benigna que la guerra que tenemos ahora.
El Kremlin eligió ir a la guerra. Incluso ahora, Rusia se siente lo suficientemente segura como para seguir la guerra, aun con los países occidentales suministrando armas a Ucrania. En mi opinión, esto no tiene que ver con la seguridad, sino con los intereses imperialistas y la ideología imperial que caracteriza al régimen ruso. Tiene una visión imperial hacia el espacio postsoviético y, específicamente, hacia Ucrania. No puede tolerar que Ucrania sea un país soberano. Eso es lo esencial.
Usted afirma que Ucrania quería acercase a Occidente. Si observamos la trayectoria de Rusia a principios de este siglo, vemos que también tenía el mismo propósito. Sin embargo, en aparente contradicción con esta situación, hemos visto que Rusia no teme enfrentarse directamente a Occidente, tanto en Ucrania como en Siria y otros países, quizás como ningún otro país lo ha hecho. ¿Cómo explica esta contradicción de la Rusia del siglo XXI?
Estoy completamente de acuerdo en que es una paradoja y es difícil de explicar utilizando las teorías existentes del imperialismo. No hay una explicación preparada para este tipo de situación. Pero si nos remontamos a Lenin y Trotsky, un concepto que podemos utilizar para entender mejor a Rusia es el de desarrollo desigual y combinado.
Como parte del sistema capitalista global, podemos ver características del desarrollo desigual y combinado en Rusia. Si nos remontamos a más de 100 años, el antiguo imperio zarista ruso era económicamente débil, pero tenía un ejército desproporcionadamente grande y una influencia igualmente desproporcionada en la política mundial. Rusia se ha caracterizado por esta extraña combinación de debilidad económica y fuerza militar durante mucho tiempo.
En la actualidad, yo diría que Rusia no es un país «normal». Por un lado, tiene a sus oligarcas y su clase dirigente –como cualquier otro país capitalista–, y es evidente que esa clase preferiría unas relaciones mucho más amistosas con el Occidente. Al mismo tiempo, tiene un ejército desproporcionadamente grande que heredó de la Unión Soviética. En términos numéricos es el segundo ejército más grande del mundo, aunque su actuación en Ucrania ha demostrado que mucha gente sobrestimó la fuerza militar de Rusia. Al mismo tiempo, la cultura estratégica soviética ha sido heredada por el régimen ruso.
Esto nos muestra un extraño desequilibrio. Por un lado, hay una clase dirigente orientada a estrechar lazos con Occidente y, por otro, una élite militar, de política exterior y de seguridad nacional –junto con las propias Fuerzas Armadas— que tiene intereses divergentes de los de la clase dirigente. Puede decirse que al menos existe algún tipo de desconexión entre ambos.
Esta es la realidad que tenemos. No podemos negar la existencia del imperialismo ruso solo porque no encaja en nuestra teoría del imperialismo. Lo que tenemos que hacer es desarrollar un verdadero análisis de lo que es Rusia y de lo que hace Rusia, en lugar de intentar acomodar las acciones de Rusia en una especie de noción preconcebida del imperialismo. Tal vez deberíamos incluso actualizar nuestra teoría del imperialismo para explicar mejor la agresión de Rusia a Ucrania.
¿Por qué insiste en la importancia de que la izquierda global entienda el fenómeno del imperialismo ruso?
Empecemos con una situación contrafáctica. Imaginemos que negamos el hecho de que Rusia es imperialista y solo vemos a los países del centro capitalista como países imperialistas. ¿Qué se derivaría de esa negación del imperialismo ruso? ¿Cómo explicaríamos la agresión rusa si negáramos el status imperialista de Rusia? Inevitablemente, acabaríamos llegando a la conclusión de que las acciones de Rusia en Ucrania no son una agresión, sino una especie de acción defensiva contra el imperialismo occidental, contra el imperialismo de Estados Unidos. Pero esto es patentemente falso, porque Rusia no se está defendiendo; ahora mismo es claro que está atacando
Hay izquierdistas que piensan exactamente esto: que Rusia es una potencia no imperialista que se defiende del imperialismo occidental y, por lo tanto, sus acciones están justificadas. Pero esto simplemente no es cierto. Lo que Rusia está intentando hacer es consolidar su influencia dentro del espacio postsoviético en la región y en Ucrania específicamente, porque Rusia no puede tolerar una Ucrania independiente de su influencia política. Es muy importante reconocer la existencia del imperialismo ruso, junto a la del imperialismo occidental, porque hacerlo nos permite ver claramente quién es el agresor y quién el agredido. Ucrania es claramente la víctima en todo esto.
Las ideas que articulan los dirigentes rusos son abiertamente imperialistas. Dicen que Ucrania no es un país real, que los ucranianos no son una nación real, que Ucrania debería formar parte de Rusia. En esencia, dicen que los ucranianos son básicamente rusos y que, por lo tanto, Rusia debería imponer su control sobre el Estado ucraniano o incluso hacer que Ucrania forme parte de Rusia. Están argumentando en favor de borrar la identidad nacional ucraniana y obligar a los ucranianos a ser rusos. ¿No es esta una clara expresión de imperialismo, al igual que la de los imperios coloniales y de lo que hizo la propia Rusia en el Cáucaso y Asia Central en el siglo XIX? Necesitamos un análisis del imperialismo ruso para diferenciar entre las ambiciones imperialistas y las luchas por la liberación nacional.
Pero aun si aceptamos que Rusia es imperialista, está claro que no es la principal potencia imperialista del mundo en la actualidad: Estados Unidos sigue ocupando esa posición. Teniendo en cuenta esto, algunos argumentarían que cualquier debilitamiento de Rusia como resultado de una derrota en Ucrania fortalecería en última instancia al imperialismo estadounidense y que, por lo tanto, la mejor solución es un cese de fuego y algún tipo de acuerdo negociado.
Esta es una cuestión táctica, pero por supuesto que es crucial. Empecemos de nuevo con un contrafáctico: supongamos que pedimos un cese de fuego. ¿Cómo garantizaríamos este cese de fuego, incluso si, de alguna manera, Rusia estuviera de acuerdo con él? Un cese de fuego en la situación actual sólo significaría dar a Rusia tiempo para reagruparse y movilizar más fuerzas para luego reiniciar la guerra y conquistar más de Ucrania. El gobierno ruso nunca ha indicado que esté dispuesto a detener esta guerra. De hecho, hay indicios de que sigue manteniendo su objetivo maximalista de conquistar toda Ucrania, incluida Kiev. No veo ninguna prueba de que Rusia haya abandonado esos objetivos. En ese sentido, un alto el fuego solo haría el juego a los rusos y prolongaría la guerra.
En última instancia, la OTAN se verá reforzada como resultado de esta guerra; de hecho, eso ya está ocurriendo a gran escala. El problema es que el desencadenante no fue el accionar de la OTAN, sino la decisión de Putin de invadir. Argumentar que necesitamos una rendición ucraniana para debilitar a la OTAN es de una lógica muy pobre. Permitir que Rusia conquiste más territorios significaría borrar todo lo que es ucraniano en esos territorios. Si permitimos que Rusia siga anexando más y más partes de Ucrania, entonces todo lo que es ucraniano en esos territorios simplemente se borrará. No creo que Rusia tolere siquiera que se hable la lengua ucraniana en esas zonas. Hay indicios, por ejemplo, de que se está obligando a los profesores ucranianos de los territorios ocupados a estudiar ruso para integrarse en el sistema educativo del país ocupante.
Creo que la lógica expresada por parte de la izquierda internacional de que se puede luchar contra la OTAN a través de Rusia es realmente muy problemática. Esa lógica lleva a argumentar que Rusia está luchando contra la alianza atlántica, así que por lo tanto Rusia debería ganar de alguna manera para debilitarla. Pero no es la tarea de Rusia debilitar a la OTAN. Es la tarea de la izquierda occidental tratar de debilitar a la OTAN y de sustituirla por un nuevo sistema de relaciones internacionales.
Estoy de acuerdo en que la OTAN es una alianza imperialista y que, a pesar de lo que dicen, no es una alianza defensiva. Hemos visto a la OTAN pasar a la ofensiva varias veces en varios países. La OTAN es una entidad beligerante, pero no debemos luchar contra ella deseando una victoria rusa. No se trata de una especie de juego de suma cero en el que los izquierdistas occidentales deberían alentar al otro equipo, al otro campo. Esa es una lógica campista, una lógica «tanquista», que rechazo absolutamente.
Lo que las izquierdas tienen que hacer, en mi opinión, es pensar cómo podría ser una nueva arquitectura de seguridad global, pensar qué nuevo sistema de relaciones internacionales podría sustituir a la OTAN, y luchar por el poder gubernamental para hacer realidad esta nueva arquitectura de seguridad. Esa es para mi la tarea de la izquierda internacional. Por su parte, la tarea de la izquierda rusa es detener la agresión imperialista que está llevando a cabo Rusia. No hay otra opción. Es imposible que la izquierda rusa tolere o justifique de algún modo este tipo de agresión.
Decenas de miles de civiles y soldados ucranianos y rusos ya han muerto en Ucrania. Esto es una catástrofe. Esta invasión no tiene sentido, ha empeorado la situación para todos: los ucranianos, los habitantes del Donbas y también la población rusa. Es una catástrofe desde cualquier perspectiva que se mire. Lo mejor que podría ocurrir es el fin inmediato de esta guerra mediante la retirada de las tropas rusas y la vuelta, al menos, al statu quo que existía antes del 24 de febrero.
¿Cómo han afectado las sanciones a la economía rusa?
Las sanciones no han provocado un colapso de la economía rusa. Algunos expertos esperaban que se desplomara bajo el peso de estas sanciones sin precedentes, pero no ha ocurrido así. Sin embargo, al mismo tiempo yo diría que el impacto de las sanciones a la economía rusa ha sido dramático, y que a mediano y largo plazo el impacto será completamente devastador.
Es imposible que Rusia se desarrolle bajo este tipo de régimen de sanciones. No puede desarrollarse en absoluto debido al colapso de las importaciones de todo tipo de bienes y servicios avanzados de Occidente, y de muchos países que no están geográficamente en el Occidente, como Japón y Corea del Sur. No poder importar esos bienes y servicios avanzados significa que Rusia no puede avanzar tecnológicamente, y que la brecha entre Rusia y el resto del mundo se ampliará con el tiempo. Rusia no puede hacer nada al respecto; la única esperanza es debilitar o poner fin a las sanciones. Por supuesto, las consecuencias de las sanciones para la población ya se están dejando sentir. Hay una crisis económica muy fuerte, una inflación creciente y un desempleo en cascada.
Rusia ya era un país pobre, así que ver las repercusiones que están teniendo las sanciones es muy desgarrador para un socialista, porque siempre abogamos por quienes están más abajo en la escala social. Por eso no puedo aplaudir estas sanciones como hacen algunos en Occidente, diciendo que le darán una lección al pueblo ruso. Hasta dos tercios de los rusos no tienen ahorros y solo pueden comprar lo que necesitan de comida y ropa. Adquirir bienes de consumo duraderos es, para ellos, extremadamente difícil. Rusia es un país pobre y ahora, además, tiene sanciones que destruirán aún más la vida de la gente trabajadora. Todo esto es muy devastador, pero, al mismo tiempo, no es posible culpar a Occidente de esto porque, en última instancia, fue la agresión de Putin la que creó esta situación. ¿Qué otra cosa podían hacer los países occidentales? ¿Simplemente permitir que Rusia continúe con su agresión? ¿Cuál era la alternativa?
Creo que habría que introducir algunas modificaciones en el régimen de sanciones. Por ejemplo, desde un punto de vista moral, Occidente debería hacer todo lo posible para permitir que las empresas médicas sigan operando en Rusia, permitir los envíos de medicamentos y continuar la cooperación en el ámbito médico, porque los enfermos no son responsables de esta guerra. La catástrofe que se está produciendo en la sanidad rusa es innecesaria, no debería estar ocurriendo. Pero en términos globales, yo diría que no había otra opción que imponer sanciones. Era inevitable. La mejor oportunidad para levantar las sanciones es detener la guerra y que Rusia retire las tropas de Ucrania.
Las sanciones han tenido el supuesto efecto de socavar el apoyo a Putin, ¿se están produciendo grietas en la base de apoyo de Putin por hecho de la guerra?
Es muy difícil de saber porque todas las encuestas de opinión de Rusia son muy poco fiables. El nivel de represión hace que los sondeos carezcan de sentido, ya que cualquier tipo de crítica a la guerra puede suponer que te envíen a la cárcel hasta por 15 años. Imaginemos entonces que un sociólogo se acerque a alguien y le pregunte: «¿Apoya usted la guerra?», «¿Le gusta Putin?» «¿Aprueba las acciones de Rusia?», y el encuestado dice «No, no me gusta la guerra». Simplemente pensará que lo siguiente que oirá es: «Por favor, ingrese a esta patrulla policial». Por eso nos llegan encuestas de Rusia que muestran 80% de apoyo a la guerra, 90% de apoyo a Putin. No tienen mucho sentido.
La dinámica actual del país no está absolutamente clara para mí. Pero sabemos que numerosos sociólogos y antropólogos, que en lugar de realizar encuestas se limitan a hablar con la gente común, afirman no hay un verdadero entusiasmo por la guerra dentro de la sociedad rusa. La gente simplemente la acepta porque no tiene otra opción. Así que no protestan, sino que asumen la situación porque se ven obligados a hacerlo.
Este tipo de mentalidad probablemente continuará, pero creo que el impacto de las sanciones se sentirá cada vez más a lo largo de este año. En concreto, es probable que el desempleo aumente después de las vacaciones de verano, habrá cientos de miles de trabajadores más que perderán sus puestos de trabajo. Esto podría llevar a algún tipo de malestar, a ciertos focos de protesta. Creo que, a pesar de la represión, es posible que se produzcan protestas en algunas partes del país porque algunas ciudades están quedando devastadas. Hay lugares que dependen totalmente de las industrias que ahora están cerrando por la falta de importaciones. Hay pueblos enteros que dependen de fábricas que han dejado de producir porque no tienen los componentes que necesitan de Occidente. Esto ya está ocurriendo.
Creo que estas ciudades podrían convertirse en fuentes de actividad de protesta. Si esto ocurre, estas protestas deberían recibir total apoyo dentro de Rusia e internacionalmente, porque serán protestas laborales, protestas de los trabajadores. No puedo asegurar que esto vaya a pasar, pero es una posibilidad real.
Una versión en inglés de esta entrevista fue publicada en la revista Green Left con el título «Russian anti-war socialist: 'Putin cannot tolerate an independent Ukraine’». Puede leerse aquí.