Elisa Moros
"Defiendo la solidaridad en términos de reciprocidad, responsabilidad y reconocimiento de intereses comunes como base de las relaciones entre comunidades diversas. En lugar de imponer como punto de partida una supuesta opresión común, la práctica de la solidaridad pone en primer plano a las comunidades de personas que han elegido trabajar y luchar juntas. La diversidad y la diferencia son valores centrales aquí, que deben ser reconocidos y respetados, no obviados en la construcción de alianzas. Jodi Dean (1996) desarrolla una noción de "solidaridad reflexiva" que me parece especialmente útil. Sostiene que la solidaridad reflexiva se elabora mediante una interacción en la que participan tres personas: "Te pido que me apoyes contra un tercero". Esto implica tematizar la tercera voz "para reconstruir la solidaridad como un ideal inclusivo" y no como una noción de "nosotros contra ellos". La noción de Dean de una comprensión comunicativa y en proceso del ''nosotros'' es útil, dado que la solidaridad es siempre un logro, el resultado de una lucha activa para construir lo universal sobre la base de las particularidades/diferencias. Es la lucha política activa y orientada hacia la práctica que encarna esta noción de solidaridad lo que es importante para mi pensamiento, y la razón por la que prefiero centrar la atención en la solidaridad en lugar de en el concepto de "sororidad".”[1] - Chandra Tapade Mohanty
Cuando las feministas kurdas desafían a las feministas pacifistas occidentales
Varias académicas feministas (Dirik, Tank, Şimşek y Jongerden, etc.) han denunciado la fascinación orientalista de los medios de comunicación occidentales por las combatientes kurdas. Estas autoras muestran que la imagen que los medios de comunicación dan de las mujeres kurdas sirve para instrumentalizarlas como símbolos de la liberación occidental en un Oriente que, a su vez, se presenta como bárbaro. Este retrato occidentalocentrista tiene el propósito y el efecto de silenciar a las mujeres kurdas, cuyos discursos políticos[2] nunca transmiten los medios, y por una buena razón, ya que, si lo hicieran, esta narrativa orientalista sería cuestionada e invalidada.
La feminista kurda Dilar Dirik también ha cuestionado el papel del feminismo occidental en esta construcción discursiva orientalista de las luchadoras kurdas:
"Sin embargo, algunas feministas occidentales han cuestionado su legitimidad [de la lucha de las YPJ y YJA Star] y la han desestimado como militarismo o cooptación por parte de grupos políticos. Las narrativas de los medios de comunicación occidentales han retratado esta lucha de forma despolitizada y exótica, o haciendo suposiciones generalizadas sobre la aversión "natural" de las mujeres hacia la violencia. Si la mirada masculina ha dominado la información de los medios de comunicación, se debe en parte al rechazo de las feministas a abordar este tema tan relevante. Una no puede evitar pensar que una de las razones de esta hostilidad puede ser el hecho de que las mujeres militantes tomen el asunto en manos propias, mermando así la capacidad de las feministas occidentales de hablar en nombre de las mujeres de Oriente Medio, proyectadas como víctimas indefensas."
En el mismo artículo, titulado "Feminist pacifism or passive-ism?", Dirik denuncia la incapacidad de un feminismo ingenuamente pacifista de distinguir entre la violencia como opresión y la violencia como acto de resistencia o autodefensa:
"A diferencia de la violencia que tiene como objetivo someter al 'otro', la autodefensa es una dedicación y responsabilidad total a la vida. Existir significa resistir. Y para existir con sentido y libertad, hay que ser políticamente autónoma. Dicho sin rodeos, en un sistema internacional de violencia sexual y racial, legitimado por los Estados-nación capitalistas, el grito por la no violencia es el lujo de quienes se encuentran en posiciones privilegiadas de relativa seguridad y creen que nunca se verán en una situación en la que la violencia sea necesaria para sobrevivir. Aunque teóricamente es sensato, el pacifismo no encaja con la realidad de la mayoría de mujeres y, por tanto, asume un carácter más bien elitista del primer mundo".
De hecho, me parece que la experiencia de las feministas kurdas desafía, al menos parcialmente, el feminismo antimilitarista canónico. La teoría feminista antimilitarista se ha forjado a partir de la experiencia militante de muchas mujeres y feministas de diversos de movimientos pacifistas en el mundo. Sin embargo, esta teoría no puede ignorar las experiencias en las que las feministas abogan por la lucha armada. Si estas experiencias desafían el marco teórico feminista antimilitarista, es necesario actualizarlo. No se trata de invalidar las aportaciones del feminismo antimilitarista, sino de enriquecerlas a partir de posicionalidades diferentes.
Una de las principales pensadoras del feminismo antimilitarista, Cyhthia Cockburn, entrevistó en 2015 a dos feministas antimilitaristas, miembros de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF) que vivieron bajo el nazismo, y las interrogó a propósito de lo que ella llama el "dilema pacifista". Les preguntó si, en nombre del pacifismo, invitarían a las combatientes kurdas a abandonar las armas, a lo que las dos entrevistadas respondieron respectivamente:
“No lo creo. Sentadas aquí, a salvo, fuera de la zona de guerra, deberíamos comprenderlas, no condenarlas. Resistir es un derecho humano. Sin embargo, a largo plazo no deberíamos aceptar que el militarismo sea la única respuesta. Deberíamos empezar seriamente a construir mecanismos de pacificación".”
“Como Wilpfer me gustaría hablar con las mujeres peshmerga[3], escuchar lo que dicen. El fascismo es muy sucio. Es como un pulpo, que mete sus tentáculos en la sociedad, su idea racista de la superioridad de un tipo de persona sobre otra. Podría estar de acuerdo y decir a las mujeres kurdas: "Sí, tenéis que luchar". Pero, tal vez, cuando todo se acabe, ellas mismas miren hacia atrás y digan: "Esa no era la manera de hacerlo".”
Comparto con estas mujeres las siguientes ideas:
- nuestro papel desde fuera de la zona de guerra es apoyar, no condenar, a las resistentes feministas;
- debemos escuchar siempre lo que tienen que decir las personas directamente afectadas;
- el apoyo a las mujeres de todo el mundo en sus luchas, incluidas las militares, no es incompatible con la lucha, en un contexto más amplio y a largo plazo, por la desmilitarización del mundo.
¿Pueden hablar las feministas ucranianas?
Hace poco hablaba con una feminista ucraniana, militante desde hace tiempo, actualmente refugiada en un país de Europa occidental. Me contaba que le resultaba difícil hablar abiertamente de las cuestiones políticas (y en particular de género) en Ucrania, porque tiene la impresión de que la izquierda occidental y el feminismo exigen la perfección a la sociedad ucraniana como condición previa a todo apoyo. Para ellxs, la sociedad ucraniana tendría que estar libre de contradicciones para ganar pleno derecho a luchar contra el invasor ruso. Ante este mandato del feminismo occidental, ella, como muchas otras mujeres, se siente obligada a elegir entre expresar sus cuestionamientos feministas sobre lo que ocurre en Ucrania o buscar el apoyo de la izquierda occidental a la resistencia contra la invasión. Los preceptos feministas que obligan a las mujeres a elegir entre el feminismo y sus otras luchas suelen conducir a muchas mujeres a alejarse del feminismo. Este es un problema recurrente en el feminismo occidental que las feministas contrahegemónicas no dejan de señalar.
Sin embargo, el análisis y el activismo feministas siguen siendo indispensables en Ucrania, como en cualquier otro lugar. En el marco del Colectivo Feminista de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania, tengo el placer de trabajar con militantes feministas ucranianas que siguen allí. Estas compañeras nos explican que la mayoría de la sociedad ucraniana (incluidas muchas mujeres ucranianas) tiene una actitud de indiferencia o de recelo hacia el feminismo. La situación ha empeorado con la guerra. Las activistas feministas se enfrentan a dificultades económicas y a la hostilidad de los propietarios cuando intentan alquilar espacios para llevar a cabo su actividad. Viktoriia Pigul, una compañera ucraniana militante feminista y anticapitalista, basándose en varios testimonios de mujeres y niñas ucranianas, ha informado sobre las múltiples violencias a las que se enfrentan. Como es ya bien sabido, en las últimas semanas muchas mujeres y niñas han sufrido abusos y violaciones por parte de los soldados rusos. Muchas de ellas carecen de recursos para escapar de la violencia. Muchas huyen a Polonia, sin saber que allí la ley prohíbe el aborto, ya que no es el caso en Ucrania. Cuando llegan a Polonia, se encuentran a menudo expuestas a todo tipo de abusos por parte de los hombres. En este contexto, el activismo feminista en Ucrania es más necesario que nunca.
Olena Lyubchenko ha publicado recientemente un indispensable análisis sobre como la militarización de Ucrania en los últimos años se ha acompañado de medidas de austeridad que han hecho que la carga de la resistencia contra la agresión rusa recaiga sobre las mujeres al nivel de los hogares, a la vez que han preparado el Estado para un proceso de integración "euroatlántica" muy desigual:
"La militarización, la austeridad y la agresión en este contexto actúan como procesos de desposesión y acumulación primitiva. Generan "reservas globales de fuerza de trabajo cuyos movimientos transfronterizos se encuentran en el centro de la producción y reproducción mundial del capital y el trabajo". De este modo, la ciudadanía racializada reproduce la precariedad y la exclusión para algunxs y la seguridad y la inclusión para otrxs, al igual que la diferenciación histórica de la clase obrera ucraniana dentro del capitalismo global está siendo reescrita e instrumentalizada."
Del mismo modo que Dilar Dirik denunciaba la instrumentalización de las luchadoras kurdas en los medios de comunicación occidentales, Olena Lyubchenko denuncia en su artículo la instrumentalización de la resistencia ucraniana en los medios de comunicación y el discurso institucional occidentales, que presentan a lxs ucranianxs como héroes y heroínas que luchan en una guerra "por Europa[4]". En este contexto, y en continuidad con la crítica de Dilar Dirik, creo que es esencial cuestionar el papel del feminismo occidental (y más ampliamente de la izquierda occidental) en esta instrumentalización.
Un manifiesto feminista pacifista transnacional fue firmado hace unas semanas por 150 destacadas feministas de Europa y América, sin una sola feminista ucraniana o de la Europa postsoviética. Algunas feministas occidentales, en conexión con las feministas ucranianas, se han negado a firmarlo. Este manifiesto reproduce la visión dominante de la geopolítica según la cual las grandes potencias imperialistas son los únicos actores de la historia. De este modo, ignora la realidad multiescalar y la agentividad de los diferentes actores puestas en relieve por la crítica feminista de la geopolítica. El manifiesto reduce la guerra de Putin contra Ucrania a un simple conflicto interimperialista, borrando así la agentividad de todxs los ucranianxs. Sólo dedica una línea, de más de treinta, a lxs ucranianxs:
“Estamos con el pueblo de Ucrania que quiere recuperar la paz en sus vidas y exige el alto al fuego.”
De esta manera 44 millones de personas quedan reducidas en una sola línea al cliché de la víctima pasiva que necesita, una vez más, ser rescatada por Occidente. Lxs ucranianxs que resisten activa y militarmente a la agresión que se les ha impuesto no interesan a las pacifistas feministas occidentales, como tampoco interesan a sus amigos hombres de la izquierda occidental. Parece pues que lxs ucranianxs tienen derecho a nuestra solidaridad como víctimas, pero no como resistentes. Esta caricatura de lxs ucranianxs como víctimas pasivas de la OTAN o de la instrumentalización europea es similar a la de los medios de comunicación occidentales, que lxs presentan como los héroes de Europa y de Occidente, en el sentido en que ambas anulan sus voces y sus voluntades políticas. Muchxs ucranianxs están determinadxs a luchar, incluso militarmente, y esta determinación no la imponen ni Zelensky ni la OTAN, como demuestra la fuerte implicación en la resistencia ucraniana de todos los sectores de la sociedad.
Así pues, si bien es improbable que las posiciones de las feministas y lxs anticapitalistas en cuestiones como la entrega de armas tengan un impacto en las decisiones de los responsables políticos occidentales, estas posiciones tienen un impacto real en las feministas y la izquierda ucraniana. De hecho, el abandono (cuando no es la oposición) de la resistencia ucraniana por parte de la izquierda y del feminismo internacionales debilita a nuestras compañeras ucranianas dentro de la resistencia, y socava su capacidad para llevar adelante un proyecto político emancipador para todxs lxs ucranianxs.
Por una práctica feminista dialógica e internacionalista
La resistencia ucraniana no es perfecta ni está libre de contradicciones. Está atravesada por conflictos de clase, género y raza, como todas nuestras sociedades. Las mujeres ucranianas sufren ahora la guerra, la agresión, la tortura y la violación masiva por parte de las tropas rusas, sin haber dejado de sufrir las violencias que sufrían antes de la guerra por parte de los hombres ucranianos y del Estado. Además, el contexto bélico refuerza el autoritarismo del Estado, así como la división sexual del trabajo (movilización militar reservada a los hombres, reasignación de las mujeres al trabajo de reproducción social, etc.). El fortalecimiento de las relaciones de género aumenta el poder de los hombres y del Estado sobre las mujeres, que a su vez se vuelven más vulnerables y expuestas a todo tipo de violencia. En este contexto, las feministas anticapitalistas, atrapadas en esta realidad compleja y multiescalar, luchan con sus conciudadanxs contra el invasor ruso al tiempo que siguen luchando contra parte de sus propios condiudadanxs: contra las políticas neoliberales del gobierno y los ataques patronales, contra la violencia sexista, racista o lgbtqi+fóbica, etc.
Luchar simultáneamente con y contra solo puede ser incomprensible para la minoría de personas que tienen el privilegio de tener un solo enemigo/frente. Algo que nos han enseñado las feministas contrahegemónicas es que la posicionalidad es fundamental para cualquier política feminista. Por ejemplo, el Combahee River Collective, uno de los colectivos de feministas lesbianas negras más importantes de la historia del feminismo, rechazaba el separatismo lésbico por ser analítica y estratégicamente inviable para las mujeres negras que no pueden permitirse el lujo de desolidarizarse de los hombres negros en su lucha común contra el racismo. Barbara Smith llega a decir:
"rara vez participa el separatismo a llevar a cabo un cambio político real, que afecte a las instituciones de la sociedad de forma directa. [...] . Nos hemos dado cuenta de que las separatistas de nuestra zona, en lugar de organizarse políticamente, suelen hacer actos de zapping. Por ejemplo, pueden acudir a una reunión o a una serie de reuniones y luego seguir su camino. No está claro qué es lo que realmente intentan cambiar. A veces pensamos que el separatismo es la política sin práctica"[5].
En el contexto actual es bastante consecuente que las feministas rusas reivindiquen el pacifismo para desvincularse categóricamente de Putin, de su guerra y de toda la parte de la sociedad rusa que lo apoya. En su manifiesto contra la guerra, las feministas pacifistas rusas caracterizan la guerra como una guerra de agresión, y a Putin como el único responsable. Por tanto, esta posición pacifista de las feministas rusas no es en absoluto incompatible con el apoyo a la resistencia armada en Ucrania. En cambio, a muchas feministas ucranianas les parece imposible desvincularse de su comunidad (por machista que sea), aunque sólo sea por una cuestión de supervivencia. Sin embargo, no tienen más remedio que seguir librando la batalla feminista dentro de su propia sociedad si no quieren que el sexismo se siga reforzando. Si el separatismo lésbico era el privilegio de quienes sólo experimentaban la opresión de género/sexualidad, el pacifismo abstracto es el privilegio de quienes no viven bajo las bombas y no sienten la necesidad de defenderse militarmente. Hacer política feminista lejos del campo de batalla es tan fácil como estéril.
Una política feminista internacionalista debe partir del apoyo y del diálogo con las personas afectadas, porque cualquier política feminista que se haga sin ellas, se hace en última instancia contra ellas, y por tanto perjudica a la construcción de una solidaridad feminista internacionalista. ¿Cómo podemos calificar de feminista o internacionalista una posición que da la espalda a las feministas ucranianas y que tiene como efecto silenciarlas con respecto a las cuestiones de género en Ucrania? Las únicxs actoras políticas capaces de llevar el feminismo, el pacifismo y la política emancipadora a Ucrania son las que están allí. Mejor haríamos de empezar por escucharlas y apoyarlas, a pesar de los posibles desacuerdos, porque serán ellas, tal como son y con sus propias contradicciones, quienes lidiarán la batalla, o nadie lo hará.
NB1: Agradezco a Viktoriia Pigul, Catherine Samary y Anouk Durand-Cavallino sus comentarios. También agradezco a todas mis compañeras del Colectivo Feminista de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania (RESU) el trabajo común y los intercambios que han inspirado este artículo.
NB2: Si quieres apoyar financieramente el activismo feminista en Ucrania, puedes hacer tus donaciones a los colectivos feministas Bilkis y Feminist Workshop o a la organización anticapitalista Sotsialnyi Rukh, en la que sus militantes feministas realizan un trabajo político específicamente feminista.