Owen Tudor
En los doce meses transcurridos desde que Rusia lanzó su ilegal y brutal invasión de Ucrania, Vladimir Putin y el Kremlin sólo dan muestras de su empeño en continuar e intensificar la ofensiva. Han muerto decenas de miles de civiles, muchos más han resultado heridos, cientos de combatientes caen en el frente cada día y el futuro de innumerables personas ha quedado irreversiblemente dañado. Pero a pesar de que Rusia ha atacado a civiles e infraestructuras críticas, no ha logrado doblegar la voluntad del pueblo ucraniano.
Según los sindicatos de Ucrania, la guerra ha provocado la desaparición de unos cinco millones de empleos, una reducción de en torno a un tercio del PIB, la huida del país de aproximadamente diez millones de personas y el desplazamiento de unos cinco millones de ciudadanos dentro de Ucrania. La Federación de Sindicatos de Ucrania (FPU) y la Confederación de Organizaciones Sindicales Libres de Ucrania (KVPU), afiliadas a la Confederación Sindical Internacional (CSI), han tenido que reorientar por completo sus actividades ante el impacto de la guerra en la población, el descalabro económico y el efecto de la ley marcial bajo la cual vive la población.
A pesar de las circunstancias increíblemente difíciles, y a menudo a riesgo de su propia vida, los sindicalistas continúan prestando ayuda humanitaria y trabajando para mantener en marcha la economía, sobre todo los servicios esenciales.
Los sindicatos han puesto sus instalaciones a disposición de las personas desplazadas dentro del país para que reciban alojamiento, alimentos y tratamiento médico. Las familias de los fallecidos y heridos han recibido ayudas económicas, se han reparado edificios y los hospitales han recibido equipos y suministros vitales. Tanto la CSI, a través de nuestro llamamiento de emergencia humanitaria, como la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y nuestras afiliadas, las federaciones sindicales internacionales, entre otras organizaciones, han prestado asistencia al movimiento sindical ucraniano. Paralelamente, los sindicatos han logrado mantener sus funciones básicas de apoyo a los trabajadores.
La solidaridad de los sindicatos de países vecinos, y de otros lugares, sigue siendo intensa. Son múltiples las iniciativas para ayudar a quienes se vieron obligados a huir del conflicto. Por ejemplo, el suministro de alojamiento, alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad; servicios de asesoramiento y apoyo para ayudar a la gente a acceder a las ayudas sociales, servicios municipales y de otro tipo, apoyo a los refugiados que buscan trabajo y representación sindical para quienes encuentran empleo.
La invasión rusa también ha tenido graves consecuencias en muchos otros países: la escalada de los precios de los alimentos y del combustible, agravada por los expoliadores beneficios corporativos, ha golpeado con dureza a la población y aumentado la pobreza, sobre todo de los numerosos países con menos recursos. La escasez de fertilizantes y de otras materias primas, tradicionalmente suministradas por Rusia, Ucrania y Bielorrusia, ha perturbado la producción de alimentos y de las cadenas de suministro, ya afectadas por la pandemia del virus de la covid-19.
Aparte de la gravedad de las repercusiones de la invasión, y de los esfuerzos de Putin por intensificar el conflicto, la injerencia rusa en los procesos políticos de muchos otros países está dejando desde hace unos años una impronta en el panorama político. Aunque Rusia no es, ni mucho menos, la única potencia que se entromete en los asuntos de otros países, su amplificación de las noticias falsas, de la xenofobia y del discurso del odio a través de las redes sociales está siendo muy eficaz.
Sin embargo, además de la guerra abierta en Ucrania, la comunidad internacional no puede olvidar, ni ignorar los numerosos conflictos armados que se están librando en otras partes del mundo, como el prolongado conflicto en Yemen y la guerra de Tigray en Etiopía donde, tras el acuerdo de noviembre de 2022, se atisba una esperanza de paz.
La primera frase de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo, establecida en 1919 tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, dice: “La paz universal y duradera sólo puede basarse en la justicia social”. Lo contrario es igualmente cierto. Durante la guerra, la justicia social es imposible, y cuando las repercusiones de una guerra se extienden a otros países, la búsqueda de la justicia social resulta aún más difícil.
Por eso, la Declaración de Principios de la CSI hace tanto hincapié en la paz y en evitar los conflictos armados y la violencia en todas sus formas, además de en un futuro sin armas nucleares u otras armas de destrucción masiva, algo que ha cobrado especial vigencia en estos momentos.
Nuestro compromiso con la búsqueda de un sistema multilateral normativo basado en los principios del derecho internacional, tal y como se expone en el informe Seguridad Común - Por nuestro futuro compartido, da fe de ello. El respeto de los derechos de los trabajadores y el papel de los sindicatos libres e independientes son indispensables para sentar las bases de la justicia social y la coexistencia pacífica dentro de los países y entre ellos.
La CSI y todo el movimiento sindical internacional están con el pueblo ucraniano y mantendrán su solidaridad con los sindicatos del país. La justicia social, incluido el pleno respeto de los derechos fundamentales de los trabajadores, debe ser la base del futuro de Ucrania, y más ahora que se propone pertenecer a la Unión Europea. Los sindicatos tienen un papel crucial que desempeñar en la reconstrucción de las infraestructuras, la vivienda, las escuelas, la sanidad y las nuevas industrias. Todos los trabajadores deben tener protección social y derecho a la libertad sindical y a la negociación colectiva. La larga y orgullosa tradición de solidaridad sindical internacional siempre llegará de forma patente allí donde los trabajadores sufran ataques físicos o donde sus derechos sean dejados de lado o socavados.
En la tan esperada posguerra, los sindicatos seguirán siendo fundamentales para construir un futuro basado en la paz y la justicia social.
Este artículo ha sido traducido del inglés por Eva López Cabello