Alfons Bech
En respuesta a Pere Ortega y su escrito “Un artículo difamatorio del pacifismo”.
Sin duda la guerra en Ucrania dejará una huella en Europa y el mundo. Habrá un antes y un después del 24 de febrero de 2022. Y no sé aún, a estas alturas, si esa guerra es el preludio de una guerra mundial, la tercera, o si lograremos detener las ansias guerreras. El giro de los últimos acontecimientos muestra el régimen ruso con mucha debilidad y, a la vez, eso hace más posible una extensión de la guerra. En cualquier caso, ya estamos sufriendo los primeros síntomas de ese cambio mundial, que nos deja no sólo una economía más complicada sino también dilemas políticos, morales y de conciencia. Por supuesto los primeros que lo sienten son los ciudadanos ucranianos.
Por todo ello abordar un debate de ideas sobre la paz, sobre las perspectivas de futuro en Ucrania, Europa y el mundo en términos como lo hace Pere Ortega, con epítetos como “artículo difamatorio”, “falsedades”, “injurias”, “ignominioso”, “calumnias”, con respecto a mi artículo no contribuye a aclarar de qué hablamos, sino que oscurece el fondo del asunto. Entremos pues en materia.
Al lado del agredido
En mi artículo lo que discutía, y discuto, es esa visión unilateral que sitúa a todo un movimiento popular por la libertad nacional y anticolonialismo ruso como algo ajeno al propio pueblo ucraniano. Niega su existencia. Más allá de todas las contradicciones internas que hay en ese movimiento nacional, lo que no se puede negar es una lucha constante y permanente, histórica, de un pueblo. Una lucha por tomar en sus manos el destino de su país, su cultura, su lengua, frente un imperio zarista en el pasado o frente un centralismo estalinista -tan criminal como para realizar un genocidio y matar de hambre a millones de ucranianos o para deportar pueblos enteros como los tártaros de Crimea y repoblar la península con colonos rusos-. Todo eso se “olvida” y, paralelamente, desaparece la voluntad explícita por parte de Putin de recomponer el “espacio ruso”—versión moderna del imperio zarista.
Cualquiera que se considere pacifista, o que luche por la paz en cualquiera de sus maneras, debe empezar por distinguir lo elemental, lo obvio: que hay un pueblo que ha sido agredido por otro que ha sido el agresor. Ese es el principio de solidaridad. Estar al lado del pueblo agredido es el a, b, c, de cualquiera que sienta el deseo de justicia. No vale entonces diluir las responsabilidades del agresor y buscar justificaciones en base a intereses geoestratégicos entre imperialistas. No, la responsabilidad de esta guerra es sólo de Rusia, país imperialista e invasor.
Visión eurocéntrica
También discuto esa visión eurocéntrica occidental que, de alguna manera, todos compartimos por ignorancia. De esa actitud paternalista hacia el “pobre pueblo ucraniano”. Como si supiéramos más de la historia de esos países que ellos mismos. Esa conmiseración tampoco es solidaridad. La historia real de pueblos como el ucraniano, polaco, bielorruso o ruso, pueden enseñarnos muchas cosas. Entenderíamos que no sólo hay un imperialismo en Europa. También mentiras como que “Crimea siempre ha sido rusa” o que las Repúblicas autoproclamadas del Dombàs son una expresión del derecho a la “autodeterminación nacional”. Entenderíamos por qué en Tiblisi, Georgia, con territorios invadidos por Rusia, los muros de sus calles están llenos de pintadas en solidaridad con Ucrania y de “Ruzki, go home”.
Derecho a defenderse
Las expresiones que defendieron los oradores del acto sobre Ucrania fueron siempre a partir de la visión de que “el pueblo ucraniano pone las víctimas mientras Estados Unidos y los imperialistas occidentales les dan armas para desgastar a Rusia”. Es decir, esencialmente son sólo víctimas de las que se aprovecha el imperialismo occidental.
La idea de “víctimas” también ha sido utilizada a fondo para mostrar que “lo mejor para los ucranianos” es llegar a una “paz lo antes posible”. Es lo que defendieron los ponentes. Pero claro, esa “alternativa de paz” supondría que los ucranianos (el ejército, gobierno y pueblo que sigue luchando en el frente) aceptaran la condición rusa de no abandonar los territorios ya conquistados a Ucrania. Y si los ucranianos no aceptan un modelo de “paz” que deje una tercera parte de los territorios ocupados, bajo un régimen de represión similar a un nuevo fascismo, entonces se los señala como los responsables de “querer continuar la guerra”.
El punto de partida de todo pacifismo debe ser la defensa del agredido frente al agresor, sin eso difícilmente puede imaginarse una paz justa y duradera. Esa es la idea que yo defendí y defiendo. El pacifismo bien entendido debería escuchar lo que dicen todas las organizaciones feministas ucranianas (¡apoyadas por las rusas!): “si Ucrania depone las armas, no habrá sociedad ucraniana; si Rusia depone las armas, la guerra terminará”. Los ucranianos y ucranianas no sólo son víctimas, son protagonistas de su historia.
Las verdaderas calumnias
Calumnia es una “acusación o imputación falsa hecha contra alguien con la intención de causarle daño o de perjudicarle”. En mi artículo no he imputado ninguna idea falsa. Ni siquiera tengo la intención de perjudicar personalmente a ninguna de las personas con las que he polemizado. Incluso he señalado que estoy de acuerdo con algunas de sus afirmaciones, contra el armamentismo y también contra lo que pretenden los imperialistas occidentales que no quieren facilitar la caída de Putin. Lo que digo es que ese tipo de pacifismo que busca “soluciones” manteniendo la ocupación de Ucrania por el ejército ruso ayuda objetivamente a Putin.
Putin sí calumnia al acusar al gobierno, al ejército y al pueblo ucranianos de ser “nazis”. Es la más destructiva de todas. Con esa calumnia Putin y sus lacayos han logrado confundir y paralizar el movimiento por la paz y hasta el propio movimiento sindical. No hay día que no encuentre algún sindicalista nostálgico de la URSS que no repita alguna versión de esa calumnia. Y ante la calumnia surge la duda y la parálisis que impide la solidaridad, el acercamiento espontáneo hacia el pueblo ucraniano: “¿serán nazis?”. El pacifismo y los que aman la paz deben luchar por la verdad y contra la calumnia, no hacer como que no saben que existe la calumnia putinista.
El papel de la OTAN
Una de las “acusaciones” que se hace a Ucrania, su ejército y su pueblo es que “piden armas a la OTAN”. Es como si a alguien que le entra un ladrón en casa se le criticara por que pide un arma para defenderse y echarlo fuera. ¿Qué debería hacer Ucrania, rendirse? ¿Debería no ofrecer resistencia y aceptar que Putin cambie su gobierno elegido por uno títere, tal como hace en las “repúblicas” del Dombàs? ¿Acaso no tienen derecho a buscar las armas donde puedan ofrecérselas? ¿En que se diferencia lo que hace Ucrania de lo que hizo la República española ante la agresión fascista de Franco, aliado con Hitler y Mussolini?
Sin embargo, Pere Ortega deja la duda sobre mi posición contra la OTAN ya que, según él, en mi artículo “no hay ninguna crítica a la OTAN, a los líderes de los países de la UE, ni al Gobierno de España, Unos postulados, los de Bech, que no difieren del que asumen los gobiernos de los países de la OTAN, y por ello, alineado con el discurso oficial hegemónico occidental.”
Aunque Ortega ya lo sabe, para que quede claro lo que defiendo: que los países de la OTAN—e Irlanda, un país que no es miembro—deberían dar las mejores armas a Ucrania para que se defienda, a la vez que no hay ninguna necesidad de armarse más ni de aumentar los presupuestos de guerra. Una cosa es el derecho a defenderse de una nación frente a un estado imperialista y un régimen muy parecido al fascismo, y otra muy diferente es la preparación para la guerra entre imperialismos.
En conclusión
Apoyé las palabras de Julio Rodríguez cuando dijo que es completamente necesario un debate sobre esta guerra. Añado: con un conocimiento de los hechos históricos y concretos. Y para ello necesitamos, sí o sí, la ayuda de personas ucranianas.
En un momento dado la Plataforma abandonó la idea de “Retirada de las tropas rusas de Ucrania” y puso sólo “alto el fuego”. Ese fue el motivo por el que no se pudo llegar a un acuerdo con la comunidad ucraniana para realizar una sola manifestación el 24 de febrero pasado.
Sigo pensando que hay que volver a defender esa idea, tal como fue defendida por una buena parte de las organizaciones de Catalunya per la Pau antes de la manifestación. La retirada de las tropas rusas es la condición para una paz justa. Sólo así podemos acercarnos a la comunidad ucraniana y trabajar con ella, incluso si no estamos acuerdo con todo lo que se expresa dentro de ella (como pasa en cualquier comunidad).
Espero que, como movimiento de solidaridad con Ucrania, podamos organizar una gira de los sindicatos ucranianos por Barcelona, Madrid… el estado español. Eso ayudará a ver la realidad y pasar de la parálisis a la solidaridad y la lucha por la paz justa.