Antonio Airapétov
Casi una semana lleva el sociólogo Borís Kagarlitsky, de 64 años, entre rejas y ahí se va a quedar al menos hasta el 24 de septiembre. Conociendo el modus operandi del aparato represivo ruso es muy posible que por delante le espera al menos un año de prisión preventiva mientras avanza la causa que empezó siendo por justificación del terrorismo y que rápidamente fue recalificada en llamamiento al terrorismo.
Pocas personas ha habido en este último año y medio en Rusia que hubieran sabido oponerse con tanta contundencia a la guerra, al régimen político ruso y al orden socioeconómico mundial, manteniendo al mismo tiempo un estilo discursivo tranquilo y razonado, midiendo sus palabras precisamente para no caer en la amplia y ambigua telaraña de tipos penales tejida por el FSB. Pero poco importa. La deriva del régimen solo deja dos opciones: salir al exilio (como eligieron hacer Lobánov o Rudoy) o entrar en la cárcel (como pasó con Ukráintsev u Orlov). Kagarlitsky dejó claro desde el principio que no quería marcharse de su país, sino trabajar por su transformación desde su papel de comunicador de izquierdas y profesor universitario, a pesar de las indirectas que iba recibiendo del Kremlin. Su declaración como agente extranjero en mayo de 2022 y el sucesivo acoso policial después.
La argumentada y respetuosa crítica de Kagarlitsky no ha dejado títere con cabeza en su larga trayectoria de ciencia y compromiso social. Objeto de su escrutinio han sido el Kremlin y Occidente, el PCFR y la oposición, nacionalista y liberal. Y, pese a ello, llegada la hora, recibe una solidaridad amplia y heterogénea: desde personajes adictos al régimen como el politólogo Serguey Márkov hasta actores de la oposición liberal como Meduza o Ksenia Sobchak, pasando por el nacionalista Club de los Patriotas Indignados, destacadas figuras del PCFR como Nikolay Bondarenko, y en Europa Mélenchon, el Partido de la Izquierda Europea o la Vicepresidenta del Parlamento Europeo.
No es la primera ni la segunda vez que pasa por el sociólogo marxista el rodillo del aparato represivo. Ya fue encarcelado en abril de 1982 y pasó algo más de un año en prisión en la llamada Causa de los Jóvenes Socialistas seguida en la URSS contra un grupo de disidentes de izquierdas. Durante el golpe de Estado en octubre de 1993 defendió el parlamento electo, fue detenido y golpeado en los calabozos de la policía de Yeltsin. En julio de 2020 fue detenido en la manifestación contra la renovación del mandato de Putin. En septiembre de 2021 pasó otros 10 días entre rejas por protestar contra la flagrante falsificación electoral que robó la victoria al Partido Comunista en Moscú. Y ahora podría pasar hasta 7 años y alcanzar la edad de jubilación en prisión por constatar que la explosión en el puente de Crimea en octubre de 2022 tenía su lógica militar.
Fuente: Telegram y Twitter