En 2020, cuando realicé mi trabajo de campo etnográfico en Crimea, pocos esperaban que fuera a ser desocupada pronto. También, en la Ucrania continental, la frase "el año que viene en Bajchisaray" sonaba ingenua e infantil, ya que quienes la pronunciaban entendían perfectamente su autoengaño. Sin embargo, tres años después, la desocupación de Bajchisaray se está convirtiendo en una posibilidad real. Además, muchos comentaristas sostienen que "no habrá paz sin Crimea", y la mayoría de la población ucraniana apoya la idea de la desocupación de la península.
Así que tiene sentido reflexionar profundamente sobre nuestra relación con la península y las personas que viven allí, especialmente los tártaros de Crimea autóctonos. El Estado y la sociedad ucranianos deben comprender claramente la naturaleza de esta relación y la base del dominio de Ucrania en la península. Esta comprensión debería ser el núcleo de la estrategia global de reintegración de Crimea. La incapacidad para hacerlo en los primeros años de independencia contribuyó en parte a la anexión de Crimea, y no podemos permitirnos perder la segunda oportunidad de hacer las cosas bien.
Los tártaros de Crimea: de la negligencia política al reconocimiento
Antes de 2014, los ucranianos, que no sentían un fuerte vínculo con Crimea mas allá de los recuerdos de las vacaciones de verano, no se monstraban mucho interés por la península ni por los tártaros de Crimea. Además, el Estado ucraniano interpretó de manera errónea la difícil situación poscolonial de Crimea, culpando a los tártaros de Crimea de la inestabilidad "interétnica". Esto abrió la puerta a los grupos prorrusos y patrocinados por Rusia para actuar con impunidad, desde entrenar cosacos paramilitares hasta comprar toda la costa sur de Crimea. La falta de visión estratégica y de atención de Ucrania hacia Crimea facilitó la anexión de la península por parte de Rusia.
Hoy en día, cuando muchos consideran la guerra ruso-ucraniana como una guerra anticolonial, es natural que la desocupación de Crimea se entienda como parte de un proceso general de descolonización. Sin embargo, la verdadera descolonización no puede tener lugar sin que comprendamos la dinámica de poder que se ha gestado en Crimea, tanto en la historia lejana como en la reciente, y nuestro propio papel en su perpetuación.
Los primeros pasos en este sentido ya los ha dado el Gobierno ucraniano, que desde 2014 ha adoptado una serie de políticas que finalmente reconocen a los históricamente oprimidos tártaros de Crimea como pueblo indígena, que llevaba siglos viviendo en Crimea, mucho antes de la colonización rusa en 1783. Las políticas reconocieron el derecho de los tártaros de Crimea a la autodeterminación, legitimaron los órganos de autogobierno elegidos democráticamente como el Mejlis y Kurultay, y reconocieron la deportación de 1944 como un genocidio, entre otras medidas. Los científicos sociales, escritores y periodistas ucranianos, que antes ignoraban la cuestión de los tártaros de Crimea, ahora los destacan en sus obras, haciendo especial hincapié en los encuentros entre ucranianos y tártaros de Crimea. Incluso los ucranianos de a pie se esfuerzan por conocer mejor la cultura tártara de Crimea y muestran solidaridad con los desplazados. Aunque estos esfuerzos revierten décadas de ignorancia e injusticia epistémica, la solidaridad parece desvanecerse cuando se plantea la cuestión del estatus de Crimea. Los ucranianos van con gusto a "Musafir", un popular restaurante tártaro de Crimea en Kíiv, pero apenas contemplan seriamente la demanda de autonomía u otras formas de autodeterminación por parte de los tártaros de Crimea.
La cuestión del estatus de Crimea tras la desocupación surgirá inevitablemente y, por desgracia, no estamos preparados para responderla. ¿Por qué?
¿A quién pertenece Crimea? Revisionismo histórico y Derecho internacional
En primer lugar, se ha puesto un excesivo énfasis en el revisionismo histórico que pretende justificar la reivindicación ucraniana de Crimea, en lugar de enfocarse en el revisionismo histórico que aborda las lagunas, cuestiona los conceptos erróneos y conceptualiza la historia y el presente de Crimea en términos poscoloniales. En segundo lugar, el revisionismo histórico se ha utilizado como instrumento político de legitimación, obviando una forma de legitimación más convencional e innegable, como es el derecho internacional. Por último, la cuestión de la forma en que puede materializarse la autodeterminación de los tártaros de Crimea es en sí misma controvertida y ambigua, tanto en la sociedad tártara de Crimea como en la ucraniana en general.
Desde 2014, la erudición histórica que está en el centro de cualquier debate público sobre la historia de Crimea y su papel en la creación del Estado ucraniano ha seguido el libro de jugadas de la propaganda rusa construyendo una narrativa paralela de la "Crimea ucraniana". En sus intentos por "desacreditar los mitos rusos", historiadores profesionales y aficionados, periodistas y escritores han producido más mitos que repiten la lógica rusa de reivindicación histórica del territorio, sustituyendo simplemente "ruso" por "ucraniano". Entre los ejemplos más recientes se encuentra el artículo de Ukraïner "Yalta: una ciudad con un clima curativo y resistencia cultural", que demuestra la ucranianidad de Yalta basándose en el hecho de que Lesya Ukraiinka y Myjailo Kotsiubinski pasaron una temporada allí, haciéndola ostensiblemente más ucraniana por su mera presencia. De hecho, el erudito literario Rory Finnin, en su libro The Blood of Others (La sangre de los otros), ilustra cómo tanto Lesya Ukrainka como Myjailo Kotsiubinski vieron y describieron Crimea en sus novelas como el lugar de los tártaros de Crimea, asegurando el vínculo entre el territorio y el pueblo indígena, en contraste con autores rusos, como León Tolstoi y Antón Chéjov, cuya Crimea del siglo XIX estaba completamente rusificada. Otro ejemplo es el archivo ucraniano en línea de materiales de archivo, museísticos, educativos e informativos "Crimea es Ucrania". En un artículo titulado "El gran reasentamiento de ucranianos en Crimea", los autores afirman que fue gracias a que los "emigrantes" ucranianos "trabajaron incansablemente" en el periodo de posguerra (1944-1954) que Crimea fue esencialmente "reanimada" y finalmente transferida a Ucrania.
El problema con este revisionismo histórico es que selecciona acontecimientos históricos para legitimar el dominio estatal sobre un territorio, exactamente lo que está haciendo el Estado ruso. Los autores no tratan de comprender las dinámicas de poder y las formas de gobierno similares a las de otros contextos coloniales, sino que intentan demostrar que Ucrania tiene una reivindicación histórica única sobre Crimea. Como resultado, la narrativa no sólo es cuestionable para todo aquel que conozca la historia de la península, sino que también fomenta la discordia entre los tártaros de Crimea y los ucranianos. Como veremos, los ucranianos siguen siendo hostiles a la idea misma de la autodeterminación de los tártaros de Crimea, a pesar de que esté garantizada por el derecho internacional.
El hecho, sin embargo, es que Ucrania no necesita instrumentalizar su historia y construir narrativas para devolver Crimea: para eso tenemos el derecho internacional. Es al derecho internacional, que garantiza la integridad territorial y la soberanía, al que debemos apelar, no a la historia. Del mismo modo, si se hiciera más hincapié en el derecho internacional sobre los pueblos indígenas, pocos habrían tenido dudas o preocupaciones sobre los derechos de los tártaros de Crimea a la autodeterminación.
Descolonización: La responsabilidad colectiva de Ucrania hacia los tártaros de Crimea
Sin embargo, Ucrania sigue necesitando un revisionismo histórico para entender cómo relacionarse con Crimea y los tártaros de Crimea. Una de esas formas de revisionismo histórico tan necesarias es el poscolonial. La conceptualización de Crimea como colonia de asentamiento ha sido promovida tanto por académicos ucranianos (Maksym Sviezhentsev y Martin-Oleksandr Kysly) como internacionales (Rory Finnin, Sasha Shestakova y Anna Engelhardt), pero sigue siendo extremadamente marginal. En esta conceptualización, la historia de Crimea es una historia de colonización, desposesión y borrado por parte del Imperio Ruso, la Unión Soviética y la Federación Rusa. El pueblo autóctono, los tártaros de Crimea, son las principales víctimas del imperialismo ruso, ya que durante siglos sufrieron la privación de sus tierras, el despojo, la limpieza étnica y la opresión. Cuando por fin se les permitió regresar en la década de 1990, iniciaron el proceso de descolonización, con el que intentaron reclamar sus tierras (mediante la samovozvraty), recuperar la voz política y reconstruir el patrimonio cultural. Sin embargo, como afirma Rory Finnin, ni las élites ucranianas ni las (pro)rusas de Crimea admitieron la necesidad de restablecer la justicia y enmarcaron el conflicto de Crimea en "términos interétnicos", pasando por alto las jerarquías coloniales.
¿Cuál es el papel de Ucrania en esta conceptualización? Está claro que Ucrania no es un país colonialista, ya que no conquistó Crimea ni impuso su propio Estado. Crimea pasó a formar parte de Ucrania mediante un mecanismo legal por razones económicas, y su población votó a favor de la independencia de Ucrania en el referéndum celebrado legítimamente en 1991. Sin embargo, que el Estado ucraniano no colonizara Crimea no significa que los ucranianos no tengan una responsabilidad colectiva hacia los tártaros de Crimea. Desde 1954, año en que Crimea pasó a formar parte de la RSS ucraniana, las élites políticas ucranianas de Crimea y de Kíiv se opusieron firmemente al regreso de los tártaros de Crimea a su tierra natal, como revela el Archivo del Partido en Kíiv. Cientos de personas que intentaron regresar a sus hogares durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, fueron de nuevo deportadas violentamente, expulsadas de sus casas y se les negaron los permisos municipales y el empadronamiento, entre otras cosas.
El marco colonial de los asentadores nos obliga a vernos no sólo como víctimas del imperialismo ruso, lo que establece un vínculo de solidaridad entre ucranianos y tártaros de Crimea, sino también como sujetos cómplices de la opresión de los tártaros de Crimea. Cuando toda la nación fue deportada en 1944, los colonos de Rusia y Ucrania ocuparon las casas de los tártaros de Crimea, utilizaron sus muebles y vajilla y trabajaron en sus huertos. Por lo tanto, el mencionado artículo sobre los ucranianos en Crimea no es una prueba de la "Crimea ucraniana", sino una prueba de la complicidad de los colonos ucranianos que fueron voluntariamente a "reanimar" la tierra que fue despoblada por la fuerza.
Conclusión
La historia revisionista existente, que pretende demostrar la presencia histórica de Ucrania en Crimea, contribuyó involuntariamente a una serie de ideas erróneas y malentendidos. Si Crimea ha sido históricamente ucraniana, ¿por qué deberían tener los tártaros de Crimea derechos especiales allí? ¿Cómo podría su condición de pueblo indígena infringir los derechos de los ucranianos u otros ciudadanos de Crimea? El debate es aún más complicado porque no hay consenso en la comunidad tártara de Crimea sobre la forma más deseable de autodeterminación: ¿autonomía? ¿estatuto especial? ¿acción afirmativa? Además, teniendo en cuenta que los tártaros de Crimea antes de 2014 constituían sólo el 13% de la población, ¿cuáles serían las implicaciones de la autonomía tártara de Crimea para el resto de la población de Crimea? Por último, ¿qué ocurre con otros pueblos indígenas, como los karaim y los crimchacos? ¿Deberían exigir también la autonomía?
Se trata de cuestiones válidas que deben considerarse seriamente. Sin embargo, cualquier debate de este tipo debe basarse en una profunda comprensión contextual del desequilibrio histórico de poder en Crimea y en el derecho internacional, y no en la ignorancia, como ilustran las recientes declaraciones del asesor del Jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Myjaílo Podoliak, que descartó el estatus autónomo de Crimea, para disgusto de muchos comentaristas tártaros de Crimea. El revisionismo histórico ayudará a los ucranianos a comprender la historia de la tierra que estamos a punto de desocupar y cómo debemos relacionarnos con ella. El derecho internacional contribuirá a resolver las tensiones entre los distintos grupos al delimitar los derechos, deberes y privilegios, así como el marco constitucional y las disposiciones de aplicación.
Muchos tártaros de Crimea ya están considerando seriamente la forma de autodeterminación que prefieren y el estatuto jurídico de Crimea basado en el marco jurídico internacional. Desde su representación política en el gobierno de Crimea hasta la protección del patrimonio cultural, hay muchas formas de hacer realidad la autonomía. La principal tarea de los ucranianos, sin embargo, es dar prioridad a las voces de los tártaros de Crimea, mostrar atención y respeto a las personas, que hoy permanecen codo con codo con nosotros. Al fin y al cabo, la única manera de que Crimea sea igualitaria y justa es mediante la inclusión de voces anteriormente excluidas y oprimidas.
Traducido por Juan González