Justine Brabant
Después de dos años de guerra contra Rusia, lxs militantes de la izquierda ucraniana cuentan la lucha armada, las dificultades de la lucha sindical contra la destrucción social y su visión del futuro de su país mientras el neoliberalismo aprovecha el conflicto para imponerse.
A veces se dice que en Ucrania no hay izquierda. De hecho, más de veinte años de estalinismo han complicado el uso de esta etiqueta. Decirse de "izquierda" hace fruncir las cejas; reclamarse del "socialismo" provoca sospechas e incluso abucheos. Esto es aún más cierto desde la invasión rusa de febrero de 2022.
Aunque en Ucrania no existe una izquierda en el sentido institucional, hay voces y movilizaciones progresistas, internacionalistas, ecologistas y feministas en el país, de militantes por la justicia social y contra las reformas neoliberales. La guerra contra Rusia, que entrará en su tercer año el 24 de febrero 2024, no los ha extinguido.
A principios de julio de 2023, cuando toda Ucrania estaba pendiente de la contraofensiva de sus fuerzas armadas, el Movimiento Social (Sotsialnyi Rukh) se tomó el tiempo de publicar un comunicado denunciando la muerte del joven Nahel, asesinado por un policía en Nanterre (Hauts-de-Seine, Francia), y expresando su "solidaridad con la juventud francesa en su lucha por la dignidad y los derechos".
En noviembre de 2023, cuando su presidente, Volodymyr Zelensky, expresaba su firme apoyo a Israel y a sus bombardeos indiscriminados sobre Gaza, activistas y miembros de la sociedad civil firmaron una declaración de apoyo al pueblo palestino "que, durante setenta y cinco años, ha sufrido y resistido la ocupación militar israelí, la separación, la violencia colonial, la limpieza étnica, la desposesión de tierras y el apartheid".
A pesar de que la guerra ha dado un vuelco a sus vidas, lxs militantes [del Movimiento Social] organizan conferencias sobre el cambio climático, siguen pidiendo [aquí versión en francés] un alto el fuego inmediato en Palestina, dirigen clínicas jurídicas para trabajadores y se movilizan contra el cierre de universidades.
Mientras el debate público sobre Ucrania suele estar monopolizado por "expertos" que dispensan consejos geopolíticos doctrinarios desde la comodidad de las capitales de Europa Occidental, y que la voluntad de los ucranianos y las ucrenianas se reduce a menudo a la de su presidente Volodymyr Zelensky, es urgente escucharlos.
Ataques al derecho laboral
Estos días, Oleksandr Skyba no tiene un minuto para sí mismo. Prefiere programar sus citas importantes en la aplicación Zoom instalada en su computador que por teléfono: este último suena tan a menudo que le resulta casi imposible hacer una llamada sin ser interrumpido.
Este ferroviario trabaja como maquinista en un depósito de locomotoras de Darnytsia, en las afueras de Kiev. Preside el Sindicato Independiente de Ferroviarios Ucranianos, que cuenta con unos cincuenta mil afiliados. Desde hace varios meses, sus días están a menudo interrumpidas de llamadas de trabajadores que necesitan consejo o apoyo.
"Al principio de la guerra, tuvimos que preservar literalmente la vida de nuestros compañeros: encontrar chalecos antibalas, medicinas... Hoy, volvemos a actividades sindicales más tradicionales, defendiendo los derechos de los ferroviarios", rebobina. Y hay motivos de sobra para hacerlo, dado que "las administraciones y el gobierno están apretando las tuercas, haciendo aún más duras y complicadas las condiciones de trabajo".
Leer también: Ucrania aprovecha la guerra para acelerar las reformas ultraliberales, 3 de julio de 2022
Después de la guerra, ésta es sin duda la principal preocupación de lxs militantes de izquierda ucranianos: la aceleración del desmantelamiento de su código laboral. Una de las ilustraciones más impresionantes de este movimiento es la llamada ley "5371", que priva de sus derechos a casi el 70% de los trabajadores. Ratificada en agosto de 2022 por el Presidente Zelensky, la ley estipula que para las empresas con menos de 250 empleadxs no se aplicarán convenios colectivos: los contratos de trabajo serán "negociados" y firmados directamente entre el empresario y el empleado. En otras palabras, ya no hay salvaguardias sobre la jornada laboral máxima, el salario mínimo o las condiciones de despido.
Se están estudiando otros proyectos de ley, que podrían todavía "reducir las primas por horas extraordinarias o de trabajo nocturno" o "simplificar los procedimientos de despido", explica Oleskandr Skyba.
Incluso las grandes centrales sindicales, que tienen fama de ser más complacientes con el Gobierno, creen que hay un problema. Grygorii Osovyi, jefe de la Federación de Sindicatos de Ucrania (más conocida por su acrónimo ucraniano FPU), que cuenta con tres millones de afiliados, cree que el último proyecto de reforma del código laboral ucraniano "no satisface a los empleados ni a los sindicatos", y "restringe sus derechos". Coincide en que "el diálogo social se ha complicado considerablemente por la guerra".
Los partidarios de la democracia social ucraniana también están preocupados, a largo plazo, por la forma en que sus dirigentes pretenden llevar a cabo la reconstrucción del país. Por el momento, este enorme proyecto parece ser visto, por el momento, sobre todo como una gran oportunidad por la flor y nata del capitalismo dominado por la financiarización, y el ejecutivo ucraniano no parece estar en contra de confiarle parte del futuro del país.
“Los planes del gobierno para la reconstrucción de Ucrania se están elaborando con los ricos de otros países", lamenta la historiadora y activista ucraniana Hanna Perekhoda, miembro del Movimiento Social, una de las organizaciones de izquierda más activas de Ucrania. “Ni la sociedad civil ni los sindicatos están incluidos. La idea principal parece ser desmantelar todo lo que queda de los mecanismos de seguridad social, privatizar todo lo privatizable y esperar que la terapia de choque funcione, sin tener en cuenta que esto nunca ha funcionado en la historia de la humanidad.
El apoyo exterior, única esperanza
Aunque todas las organizaciones y militantes de izquierda del país son conscientes de que se está desmantelando el derecho laboral y de que está en marcha la reconstrucción ultraliberal, tienen un margen de maniobra reducido.
Por desgracia, no podemos utilizar métodos tradicionales como las manifestaciones y las huelgas [prohibidas por la ley marcial]", explica el maquinista Oleskandr Skyba. Lo único que nos queda son las negociaciones y los recursos judiciales, pero estos últimos son muy caros".
"Las élites ucranianas son completamente neoliberales y no hay actores capaces de oponerse eficazmente a sus ataques contra los derechos de los trabajadores", afirma Olena Slobodian, científica social especializada en sistemas de seguridad social y activista.
No ayuda el hecho de que muchos de estxs militantes progresistas estén movilizados en la guerra contra Rusia. "La mayoría de mis amigos de izquierdas se han alistado en el ejército ucraniano o se han presentado voluntarios para ayudar al ejército", constata el escritor Artem Chapeye, voluntario en el ejército desde el comienzo de la guerra (ver recuadro).
El escritor Artem Chapeye pertenece a la izquierda ucraniana que creció tras la Unión Soviética y admiraba el Mayo del 68. Leía a Noam Chomsky y durante mucho tiempo fue un "pacifista convencido". Leía a Noam Chomsky y, durante mucho tiempo "pacifista convencido", tradujo a Mahatma Gandhi al ucraniano. Su único poema de adulto empezaba así: "Cuando llegue la guerra, seré un desertor".
Pocos días después de la invasión rusa, en febrero de 2022, decidió alistarse en las fuerzas armadas. Desde entonces, nunca ha dejado de preguntarse por qué uno decide tomar las armas. "¿Qué pasa por la cabeza de un hombre que ni una sola vez ha pensado en tomar las armas? ¿Que durante toda su vida sólo ha pensado en huir y esconderse? ¿Por qué y cómo cambia de opinión?", escribe en un libro breve y sincero, Les gens ordinaires ne portent pas de mitraillettes (Bayard).
Entre las respuestas a esta pregunta, Chapeye cuenta su rechazo a que "la gente corriente dé su vida, como siempre", mientras que los más privilegiados como él seguirían viviendo en la retaguardia, pagando generosamente a los abogados para evitarles la movilización.
Recordando su pacifismo como "abstracto", cree hoy que "no hay una receta preestablecida". "En algunos casos, la resistencia no violenta es obviamente preferible. Pero en los casos en los que te enfrentas a un ejército invasor, ¿qué significa resistencia no violenta? ¿Qué hay que hacer? ¿Ponerse delante de los tanques?”
“La única excepción son los estalinistas, algunos de los cuales se han ido para unirse a los ocupantes rusos", dice el escritor, contactado por vídeo desde la pequeña ciudad donde su unidad está desplegada actualmente. Pero la izquierda antiautoritaria ucraniana, la mayoría de los anarquistas, marxistas y la "nueva izquierda" se han alistado en el ejército o se están entrenando para hacerlo. Si no pueden, por tener hijos enfermos, por ejemplo, intentan ayudar al ejército llevando suministros. Muchas mujeres de izquierda también se han alistado en el ejército como médics.”
En este contexto, el apoyo exterior es una de sus únicas esperanzas. "Apoyad a los sindicatos", insta Oleksandr Kyselov, otro militante del Movimiento Social, en un texto en forma de programa [La guerre en Ukraine: agenda pour les relations entre la gauche ukrainienne et internationale, en el sitio A l'encontre - ndt] para la izquierda internacional. También invita a los ciudadanos europeos y estadounidenses, parte de cuyos impuestos se destinan a programas de ayuda financiera a Ucrania, que "presionen para que se incluyan cláusulas sociales en las condiciones de ayuda y en los contratos públicos".
"En un mundo ideal, por supuesto que nos gustaría que los principales actores del cambio, que imponen sus condiciones al Estado, fueran los propios trabajadores", explica Hanna Perekhoda. Pero "dadas las condiciones en que se encuentran, la debilidad general de las fuerzas sociales y de la clase obrera ucraniana, necesitamos una tercera fuerza externa, como los partidos de izquierda o los sindicatos de otros países. Ellos pueden presionar al Estado ucraniano".
Leer también: Ucrania: la adhesión a la UE se basa en reformas dictadas desde el exterior, 15 de diciembre de 2023
En un movimiento que puede resultar sorprendente desde Europa Occidental, muchos de estxs militantes de izquierdas creen que la integración de Ucrania en la Unión Europea (UE) sería una buena noticia para los derechos de los trabajadores: el marco europeo constreñiría a lxs líderes ucranianxs que, dejadxs completamente libres para determinar sus políticas económicas, podrían resultar mucho más radicales que lxs más radicales sepulturerxs bruselenses del Estado del bienestar.
“Por supuesto, vuestro sistema [europeo- ndlr] no es óptimo: es un efecto del tipo de capitalismo que tienen actualmente", observa Olena Slobodian. Pero dado el nivel de neoliberalismo que impera en Ucrania, es mucho mejor. Nuestro gobierno no tiene estrategia en ningún ámbito de la política social. “
"No haber luchado por nada”
¿Qué pasa con la guerra en sí, sus causas y su futuro? ¿Qué tienen que decir al respecto estos representantes de la izquierda antiautoritaria? Muchos no ocultan que el diálogo sobre este tema con lxs militantes no ucranianxs puede resultar a veces frustrante. Para el historiador, soldado y socialista Taras Bilous, genera sobre todo "fatiga y decepción" : "demasiado tiempo teniendo que refutar propaganda rusa obviamente falsa", "demasiado tiempo afirmando las premisas básicas de la autodeterminación con las que todx militante de izquierdas ya debería estar de acuerdo", y debates caracterizados con demasiada frecuencia por "ignorar la opinión de lxs ucranianxs", reducidos bien a "víctimas pasivas con las que debemos simpatizar", bien a "nazis a los que debemos condenar".
El escritor Artem Chapeye comparte esta frustración. En un tono generalmente tranquilo, se anima ante la mención de estos "westplainers ", término peyorativo para los occidentales que quieren explicar su propia historia a los europeos del Este, en este caso a los ucranianos, y darles su opinión sobre lo que deben hacer.
Para Hanna Perekhoda, la incitación a negociar con Putin es una "negación de la realidad".
Le resulta especialmente "doloroso", dice, ver las manifestaciones, sobre todo en Alemania, que piden que no se ayude a Ucrania. "¿Llamarse de izquierdas y pedir que no se entreguen armas a Ucrania porque eso provocaría una 'escalada bélica'? Pero entonces, o nos masacran o nos oprimen durante otros cien años. Si esta gente piensa que es mejor que Ucrania sea recolonizada, entonces son racistas y no lo entienden", barre.
"Porque somos críticos con ciertas cosas, como la política de Zelensky por ejemplo, algunos activistas extranjeros piensan que tenemos un juicio completamente diferente [del resto de ucranianxs - nota del editor] sobre la guerra y los objetivos de la resistencia ucraniana", observa Olena Slobodian. "Como: 'Oh, si entiendes que los sindicatos son importantes, probablemente estés a favor de renunciar a Crimea'", dice la investigadora y activista con una risa apenada.
Lea también: Dossier Comprender la guerra en Ucrania 64 artículos
De hecho, una musiquita o cantinela, que se escucha cada vez más, desde el fracaso de la contraofensiva ucraniana en el verano de 2023, son las opiniones que sugieren que, dado que la guerra parece estancarse desde el punto de vista militar, podría haber llegado el momento de que lxs ucranianxs depongan las armas y negocien con Rusia, aunque eso signifique ceder parte de su territorio.
Al iniciarse el tercer año de guerra, y a pesar de los terribles sacrificios que supondrá, lxs militantes de izquierdas de Ucrania lo tienen claro: eso no es en absoluto una opción. Lxs ucranianxs están "cansados", afirma Hanna Perekhoda, pero a este cansancio se une otro sentimiento también muy presente en la sociedad: "el deseo de que la lucha no haya sido echa en vano".
Para ella, la incitación a negociar con Putin es una "negación de la realidad ": "Lo veo como un deseo de aferrarse a un cierto statu quo, en el que vivíamos pacíficamente sin preocuparnos por estas cuestiones de la guerra, en el que comerciábamos con autócratas sin hacer preguntas, en el que consumíamos y teníamos una vida pacífica sin estos ucranianos que piden que les proporcionemos ayuda financiera y militar".
Sin embargo, creer que volver a este statu quo mediante una solución local, que pasaría por ceder parte del territorio ucraniano a Rusia, es para ella una "ilusión", que algunos alimentan por dos razones: "Los actores políticos que proponen esta solución o bien son ingenuos políticamente -al pensar que es posible resolver localmente lo que en realidad es una crisis global de la arquitectura de seguridad internacional- o bien son cínicos -al apoyar el proyecto de un mundo en el que predominaría la competencia imperialista y en el que cada gran potencia tendría su propia zona de influencia."
La OTAN, lejos de un mundo ideal
Dado que no se dan las condiciones para la negociación, y para intentar de ganar esta guerra, la izquierda antiautoritaria de Ucrania pide, como viene haciendo desde principios de 2022, apoyo para el suministro de armas. Y para asegurarse de que esta guerra sea la última, muchos de sus militantes creen que Ucrania no tiene más remedio que unirse a la OTAN, aunque, en otras circunstancias, lucharían por que tal organización no existiera.
Entiendo, por supuesto, las críticas a la OTAN desde el punto de vista de la seguridad internacional", afirma Olena Slobodian. No es bueno que algunos de los Estados más ricos, que ya dominan económicamente el mundo y muchos de los cuales son antiguas potencias imperiales, tengan también su propio bloque militar. Comprendo todo eso. En un mundo ideal, "las alianzas militares no existirían, ni tampoco los Estados", añade Hanna Perekhoda.
"Pero desde el punto de vista ucraniano actual, eso no es realista. En mi opinión, Ucrania simplemente no tiene otra opción", afirma Olena Slobodian, quien, como muchxs ucranianxs, recuerda cómo, en el pasado, las promesas europeas y estadounidenses de garantizar la seguridad del país (mediante el protocolo de Minsk o el memorando de Budapest) sin integrarlo formalmente en una alianza militar "fracasaron por completo".
Este pragmatismo no ha impedido a estxs militantes seguir imaginando y soñando con cómo sería un mundo más justo una vez terminada la guerra. Olena Slobodian espera que Ucrania dedique "al menos el 5% de su presupuesto a la seguridad social"; que sus habitantes sigan dialogando con las "otras periferias" de Occidente para desarrollar un nuevo sistema internacional no dominado por la competencia imperialista; y que la reconstrucción del país vaya "de la mano de empleos verdes, un salario digno, vigilancia sindical, responsabilidad empresarial, empleo protegido y un entorno laboral sano y seguro", añade Oleksandr Kyselov.
Traducido del francés por Patricio Paris.