Rocío da Costa
El 95 % de la población de la península pertenecía a esa comunidad. Hoy, la mayoría tuvo que exiliarse y los que quedan sufren persecución política, ideológica y religiosa
Asesinatos, deportaciones, persecución ideológica, cultural y política son algunas de las violaciones a los derechos humanos que el pueblo tártaro enfrenta día a día para sobrevivir en Crimea luego de la anexión de Rusia en 2014. La comunidad originaria de la península volvió a padecer las consecuencias de la opresión de Moscú, tal como lo sufrieron sus antepasados durante siglos.
Infobae habló con Alim Aliev, activista, defensor de los derechos humanos, director General adjunto del Instituto Ucraniano, co-fundador de “Crimea SOS” y miembro de la comunidad tártara, sobre el proceso de “rusificación” que impulsa el presidente ruso, Vladimir Putin, con el que intenta aniquilar a la cultura de este pueblo originario ucraniano desde hace nueve años, mucho antes del comienzo del ataque masivo sobre Ucrania que volvió a poner en la mira internacional a esa zona del mundo.
La colonización de Crimea
La invasión rusa sobre territorio ucraniano comenzó en realidad en 2014, cuando las tropas de Putin tomaron la península ucraniana, lo que comprendió la militarización del territorio, convirtiéndolo de un lugar turístico en una base militar completa, a lo que siguió “la militarización de la conciencia”, como la llama Aliev. “Rusia está generando en los jardines de niños y escuelas organizaciones paramilitares como por ejemplo ‘Yunarmia’ (‘El ejército joven’) donde están propagando el odio contra Ucrania, la militarización completa, la glorificación de la guerra y el culto de violencia”, denunció el activista.
Además, el Kremlin pretende borrar la identidad nacional de los tártaros de Crimea a través de la eliminación del legado material y no material, como por ejemplo la destrucción del palacio de canes en Bajchisaray o el hecho de que nadie puede estudiar tártaro o el cambio de la percepción histórica de la península, invisibilizando los siglos de permanencia del pueblo en el territorio.
Putin busca también acabar con las instituciones propias del pueblo: Medzhlis y Kurultay. “Medzhlis es como nuestro gobierno nacional de los tártaros de Crimea que en 2016 fue prohibido en el territorio de la península y sus líderes, Mustafa Dzhemilev y Refat Chubarov fueron anunciados como personas no gratas”, aclaró.
En ese sentido, otros dirigentes políticos fueron detenidos o encarcelados. De hecho, un activista y periodista, que fue el vicejefe del Medzhlis y amigo de Aliev fue condenado a 17 años de cárcel en Crimea.
“Él fue la voz más fuerte y más poderosa de la gente libre. En 2021 tomó parte en la inauguración de la Plataforma de Crimea, un mecanismo internacional para la desocupación. Pero él fue detenido no por eso, sino por una acusación absolutamente absurda y falsa que sostenía que él preparaba una explosión de un gasoducto en la península”, indicó.
En la actualidad, existen al menos 160 presos políticos en Crimea, de los cuales 116 son tártaros y, en su mayoría, son acusados de terrorismo. “Rusia quiere mostrar al pueblo originario como terrorista y la gente que hace las actividades así extremistas”, afirmó.
Por otro lado, Aliev también planteó que existe una colonización en términos demográficos, puesto que mencionó que, desde 2014, “salieron cerca de 700 mil personas a Ucrania o a otros países”. Esto lo tildó como una “fuga de cerebros” porque los estudiantes, periodistas y personas con altos estudios optaron por abandonar sus raíces en la península.
Cinco mil casos de violaciones a los derechos humanos
La primera víctima civil de Crimea fue ese mismo año, cuando tras la anexión un hombre llamado Reshay Ametov fue secuestrado por iniciar una protesta solitaria por la integridad territorial de Ucrania.
Ametov estuvo desaparecido unos días y luego encontraron su cuerpo. “Tenía huellas de tortura y, perdón por contarlo, un ojo cortado. Así es el sufrimiento de la gente”, contó el director adjunto del Instituto Ucraniano.
Sin embargo, Aliev señaló que este no fue un hecho aislado, ya que dio inicio a un proceso sistemático. “Otro activista de Bajchisaray que fue secuestrado hace tiempo, todavía no lo encontramos. Las cámaras de vigilancia capturaron el momento de su secuestro por parte de gente con uniforme ruso, todavía no sabemos dónde está”, agregó.
Además de los secuestros, desapariciones y asesinatos de políticos, el activista aseguró que mensualmente Rusia realiza inspecciones forzosas en las casas de los tártaros que no están relacionados con el poder o con algún tipo de organización.
De acuerdo con su relato, con la invasión de Ucrania esta situación no hizo más que intensificarse, puesto que contó que “a los ucranianos y los tártaros se los acusa de apoyar o tener relación con lo que ellos llaman el ‘régimen de Kiev’”. También, el Kremlin, según contó el activista, abre investigaciones criminales por “desacreditación de las fuerzas armadas rusas”, algo que consiste en mostrar la bandera ucraniana o tártara, así como también hacer público cualquier otro tipo de símbolo identitario.
En este contexto, Aliev precisó: “Tenemos cerca de 5 mil casos de violaciones de derechos humanos y en la mayoría se trata de los tártaros de Crimea”. Dentro de la lista de atentados que comete Rusia contra la comunidad tártara, el co-fundador de Crimea SOS mencionó la movilización de la gente de los territorios usurpados.
“Cerca de 80 por ciento de invitaciones para ir al ejército fueron entregadas a los tártaros de Crimea. Así, enviando a la gente de Crimea a la guerra están castigando a los tártaros de dos maneras: primero, forzando a ellos ir a la guerra y pelear contra su país, Ucrania y segundo, peleando contra otros miembros de su comunidad que se encuentran en las fuerzas armadas contra Rusia”, denunció.
Frente a esto, planteó que esta situación no solo presenta otro posible acto de genocidio, por poner en peligro a la población masculina, sino que también se trata de un crimen de guerra, ya que, de acuerdo con el Convenio de Ginebra, se prohíbe movilizar a personas de los territorios ocupados.
De la “rusificación” al genocidio de los tártaros de Crimea
Los tártaros son un pueblo originario ucraniano que nació en el intercambio cultural entre los alanos, los gotes, los taurios, los equitas y los crimeos, quienes se asentaron en esa península de Europa del Este. “Crimea funcionaba como una olla donde estos pueblos estaban mezclándose”, explicó Aliev.
De esta manera, la comunidad avanzó en organización y se conformó como una nación gracias a tres factores: el territorio; el idioma, que pertenece al grupo turco de los idiomas; y la religión que practican, el islam.
“Desde el siglo XV existía el Canato de Crimea. Su centro estaba en la ciudad de Bajchisaray. Hasta finales del siglo XVIII, los tártaros de Crimea tenían su estado”, contó el activista. Sin embargo, con la emperatriz Catalina II, los tártaros tuvieron que enfrentar al Imperio ruso por primera vez, por lo que se inauguró un episodio de represión y migración forzada en la historia de esta comunidad, algo que perdura, en parte, hasta el día de hoy.
Antes de la primera anexión en el siglo XVIII, los tártaros representaban el 95 % de la población de la península, pero esta cifra descendió dramáticamente a lo largo de la historia hasta llegar al 13 % actualmente.
Bajo las órdenes de la emperatriz, miles de personas fueron deportadas, mientras que, en el territorio, comenzaron un proceso de “rusificación” de forma muy activa de la población, ya que el ruso fue impuesto como el idioma oficial, se expropiaron las tierras de los tártaros que permanecieron en Crimea y se reprimieron y asesinaron a los miembros de las élites.
De igual forma, la ola masiva de migración forzada comenzó tras la derrota de Rusia en la Guerra de Crimea en 1856, cuando el Imperio acusó a la comunidad originaria ucraniana de apoyar a los otomanos.
“Desde aquella época empezamos a tener la cantidad de los tártaros de Crimea más en la diáspora que en la península. Porque tenían que migrar a diferentes territorios del Imperio otomano – Turquía o Rumania en términos modernos –, aseguró Aliev.
Tras la Revolución Bolchevique, intentaron reestablecerse y fundaron la República Popular de Crimea, pero en pocos meses sus líderes fueron asesinados por los bolcheviques.
En 1944 se llevó a cabo otra deportación masiva en la que 240 mil tártaros fueron desplazados de la península. El 50 por ciento de este grupo de personas murieron “porque viajaban en los trenes y vagones para cargamentos, por falta de condiciones básicas, por falta de agua y comida a lo largo del viaje de 3 semanas hacia Asia Central”, según explicó a Infobae el director adjunto del Instituto Ucraniano.
Aliev mencionó que “también mucha gente murió por falta de las condiciones básicas sanitarias y condiciones duras en las que estaban viviendo allí en Asia Central”; en consecuencia, el co-fundador de Crimea SOS sostuvo: “Esto ahora lo consideramos como el genocidio de los tártaros de Crimea”.
La migraciones forzadas de tres generaciones
Dentro de ese 50 por ciento, se encontraba parte de la familia de Aliev. “Mis últimas tres generaciones de mi familia es una historia sobre migraciones forzadas”, comenzó narrando.
Todos sus abuelos fueron expulsados del territorio desde Crimea a Asia Central, Siberia y Uzbekistán, lugar donde sus padres pasaron su juventud y país en el que él nació.
“En 1989 mis padres pertenecían a la primera ola de los tártaros de Crimea que regresaron cuando el gobierno soviético les dio el permiso de volver a Crimea y nosotros no recibimos ninguna recompensas, ninguna reparación, ni siquiera disculpas por parte del gobierno soviético o por ejemplo por parte de Rusia, que fue el estado”, relató.
Al llegar, tanto su familia como los demás miembros del pueblo originario encontraron sus tierras “completamente vacías” y la casa en la que vivían sus abuelos estaba ocupada por gente rusa que llegó después de 1944.
En este punto del relato, el activista consideró importante resaltar: “Buena parte de mi gran familia se perdió o se murió porque durante la deportación separaban, con propósito, a los grupos familiares, por lo que enviaban a la gente a diferentes localidades”.
Pese a la persecución que sufrió el pueblo por años, los tártaros siguen defendiendo su cultura. “Mostrar la identidad es peligroso en Crimea”, reveló y concluyó: “Pero los tártaros lo siguen haciendo porque el valor de la libertad es uno de los valores más importantes que tenemos”.