Ter García
Vilen Demin llegó a Madrid hace siete meses huyendo de las posibles represalias que el Gobierno ruso puede tomar contra él por su activismo. Coordina un grupo que da asesoramiento para hacer objeción de conciencia y evitar cumplir el servicio militar en Rusia. Hablamos con él en una terraza en el barrio de Lavapiés. Una conversación a varios idiomas en la que Dmitry Volovikov, también refugiado ruso en Madrid, hace de traductor.
¿Cuando llegaste a España?
En junio, hace ahora siete meses.
¿Por qué te fuiste de Rusia?
Administro un grupo de objetores de conciencia en Rusia y tenía miedo de que tomaran represalias porque en la pasada primavera el Parlamento aprobó una ley por la que te pueden meter en la cárcel si expresas una opinión en contra de la guerra o en contra de la llamada “operación especial”. Creo que liderar un grupo de gente que da apoyo a personas que se niegan a ir al ejército podría llevarme a la cárcel.
Y, ¿por qué España?
Primero, porque está muy lejos de Rusia, y segundo, porque hay menos agentes del KGB que en Georgia o Armenia, por ejemplo. Y también porque España es el país más amistoso con la comunidad LGTBI.
¿Es popular en Rusia el movimiento de objetores de conciencia? ¿Actualmente es obligatorio hacer la mili en Rusia?El problema es que la gente no está segura de lo que dicen las leyes. Y este es el trabajo que hacemos. Si haces las cosas bien, consultas a un abogado y sigues el proceso de forma correcta, puedes negarte a alistarte en el Ejército sin sufrir consecuencias. Pero la mayoría de gente tiene miedo de negarse. Y el mayor problema es que, cuando la gente se da cuenta de que no quiere ir a la guerra, ya está en la guerra.
Respecto a cuánta gente se niega a ir a la guerra, hay una comunidad en Telegram que, cuando comenzaron los alistamientos, a finales de septiembre, contaba con mil suscriptores y ahora, medio año después, tiene 55.000. Este grupo va en contra del servicio militar y también contra la guerra en Ucrania. Hay otros movimientos en Rusia, como por ejemplo, Vesna [Primavera], que es un movimiento prodemocracia muy conocido allí. También han aumentado mucho en seguidores en redes sociales, y otros colectivos de este tipo también.
La gente [en Rusia] está demandando información sobre los movimientos en contra de la guerra, y también que la gente se está dando cuenta de que no hay motivos para ir a la guerra
Lo que vemos es que la gente está demandando información sobre los movimientos en contra de la guerra, y también que la gente se está dando cuenta de que no hay motivos para ir a la guerra. Y ese es el motivo por el que se está haciendo tan popular el movimiento antiguerra, porque el único motivo para ir a la guerra es ganar dinero, porque es verdad que pagan mucho dinero si te alistas. Así que la gente va a la guerra primero por dinero y, segundo, porque tienen miedo de las leyes que se aprobaron hace unos meses. Pero estas leyes son muy tramposas, y justo a lo que me dedico es a traducirlas. Las leyes que se aprobaron en Rusia hace unos meses van en contra de la Constitución rusa, que garantiza que toda persona pueda negarse a hacer el servicio militar haciendo servicios alternativos, como cuidar ancianos, trabajar en la construcción o cualquier trabajo voluntario, y la gente no sabe sobre esto, solo tienen en la cabeza estas leyes tramposas y tienen miedo, así que prefieren alistarse en el Ejército antes que ir a la cárcel. Pero es una falsa disyuntiva, no hay por qué elegir entre Ejército y cárcel. Y en Rusia la gente tiene mucho miedo de ir a la cárcel porque hay una larga historia de encarcelamientos en masa, ya sabes, sobre los gulags y todo eso. A la gente le da miedo simplemente la idea de tener que ir a prisión hasta el punto de que prefieren morir. Es un miedo genético. Por eso yo y mis compañeros trabajamos en explicar las leyes, cómo funcionan y sobre el derecho a no ir a la guerra.
En el marco de esta ley, un activista ha sido encarcelado por ocho años por decir consignas como que la guerra es mala o que no estamos salvando a los rusos de Ucrania ni estamos luchando contra el fascismo
En los primeros meses de la guerra había manifestaciones en Rusia casi cada día en contra, con centenares de personas detenidas. ¿Se ha mantenido este nivel de rechazo a la guerra en las calles?
Sigue habiendo movilizaciones en contra de la guerra, pero no en el formato de manifestaciones. Se dan muchas acciones del tipo “manifestación de una persona”, en las que sale una persona a la calle sola, con un cartel, y es detenida. La nueva ley que castiga difundir información falsa sobre el Ejército ha influenciado. En el marco de esta ley, un activista ha sido encarcelado por ocho años por decir consignas como que la guerra es mala o que no estamos salvando a los rusos de Ucrania ni estamos luchando contra el fascismo. A la gente le da miedo ir a manifestaciones o protestar porque también las multas ahora son de sumas increíbles. En Krasnodar pagas 500 euros al mes de alquiler, si te multan por llevar un cartel contra la guerra, la multa es de 700 u 800 euros como mínimo. A una chica le pusieron una multa por llevar un cartel en el que había una línea de tres estrellas y, debajo, otra de cinco. Esto significa “net voyne”, “no a la guerra”. En el cartel no había ninguna palabra, solo las estrellas, y recibió una multa de 600 euros o así, es un mes de salario.
Antes comentabas que una de las razones por las que decidiste venir a España es que es un sitio más amigable con las personas homosexuales. ¿Has tenido problemas en Rusia a raíz de tu homosexualidad?
Sí. En la escuela, por ejemplo, fui víctima de bullying, había algún chico que me amenazaba con pegarme y con decir a todo el mundo que yo era gay. Me vi forzado a ocultar que era gay. Cuando fui a la universidad, la historia se repitió. Y en cuanto al Gobierno ruso, cuando tuve que ir a reconocimiento médico, cuando me quisieron alistar al servicio militar, me intentaron mandar a psicología porque era gay, me negué y fui a los juzgados, y se inventaron enfermedades que ni existen para intentar obligarme a ir al psicólogo. Seguí negándome hasta que me dejaron en paz.
¿Cómo fue salir de Rusia? ¿Fue muy difícil?
La primera parte fue bastante difícil. Mi novio y yo decidimos abandonar Rusia cuando empezó la guerra. Lo primero que necesitábamos conseguir era un pasaporte para mi novio, y después conseguir los visados. Y para eso, para poder ir al sitio donde pedir los visados, teníamos que estar vacunados conforme a la normativa europea. El problema era que las vacunas en Rusia no están aprobadas por parte de Europa, y al revés. Así que para conseguir la vacuna tuvimos que hacer lo que se llama “turismo de vacunas”, ir a Armenia, por ejemplo, donde te ponen la vacuna gratis. Krasnodar está cerca de la frontera con Ucrania y es zona de exclusión aérea, así que no podíamos volar directamente. Fuimos en tren a Sochi, otra ciudad del sur de Rusia, y de ahí cogimos un vuelo directo a Armenia. Fue mucho dinero para nosotros. Cuando conseguimos la vacuna, volvimos a casa para recopilar todos los documentos, que nos costó mucho tiempo averiguar cuáles eran porque en ese momento el Consulado español estaba prácticamente sin funcionamiento. Cuando al final nos aprobaron la visa, fuimos a Moscú, al Consulado. A la semana nos dieron las visas y viajamos de Moscú a España.
Un proceso complicado y supongo que caro.
Entre los dos, todo este proceso, el viaje a Armenia, la vuelta, ir a Moscú para ya viajar a España, nos costó unos 3.000 euros.
Mucha gente quiere irse y el primer problema es el dinero. Pero el segundo problema es que irte y dejar todo atrás, sin saber hablar el idioma del país de destino, sin trabajo, sin saber qué te vas a encontrar... Es una decisión difícil y que da miedo
No es poco. ¿Crees que hay mucha gente que quiere abandonar Rusia pero no puede permitirse cantidades como esa?
Sí, mucha gente quiere irse y el primer problema es el dinero. Pero el segundo problema es que irte y dejar todo atrás, sin saber hablar el idioma del país de destino, sin trabajo, sin saber qué te vas a encontrar... Es una decisión difícil y que da miedo. El salario medio en Krasnodar es de 400 o 500 euros, es muy difícil conseguir el dinero para irte.
¿Qué edad tienes?
25 años.
Eres muy joven para haber tenido que tomar una decisión como esa. ¿Cómo era tu vida en Krasnodar? ¿Estabas estudiando? ¿trabajabas?
Vivía con mi novio, pagábamos un alquiler normal, de entorno a 500 euros. Los dos trabajábamos como dependientes en una tienda de electrónica. Mis padres viven en otra ciudad.
Rusia es una trampa ahora si eres hombre, pero no tanto como si eres activista o gay, y yo soy ambas cosas
¿Y tus amigos? ¿siguen viviendo allí o también han abandonado Rusia?
La mayoría sigue allí, ellos viven una situación diferente. Primero, porque no son activistas. Rusia es una trampa ahora si eres hombre, pero no tanto como si eres activista o gay, y yo soy ambas cosas. Ellos ya se han acostumbrado a vivir así, y tienen allí a su familia, así que no quieren irse.
¿Cómo fue tu llegada a España? ¿Habéis recibido apoyo?
Hemos recibido apoyo desde antes incluso de llegar a España. Conocí a una periodista española, Irene, y a través de ella conocí la organización Mujeres de Negro [la rama española]. Ellas me ayudaron a conseguir la invitación para poder venir a España, una de las cosas que me pedían a la hora de solicitar un visado. Nos conocimos en persona en el aeropuerto, vinieron a recogernos a mi novio y a mi. Fueron nuestras superheroínas. Sobre todo nos ayudaron con papeleos: conseguir el padrón, abrirnos una cuenta bancaria, nos tradujeron cosas para CEAR y Cruz Roja, con la Administración.
Entiendo que has pedido el estatuto de refugiado, ¿cómo va el proceso?
El mayor problema cuando pides el estatuto de refugiado es conseguir cita en la Policía. Lo intentamos a través de la web durante varios meses y después acudimos la abogada de CEAR, que mandó nuestra solicitud de cita a la Policía. Seis meses después de llegar, en noviembre, conseguimos tener esa cita en la Policía para pedir el estatuto de refugiado.
Mientras supongo que estarás sin permiso de trabajo, ¿cómo os las apañais para vivir?
En mayo tendré mi permiso de trabajo. Mientras, sigo sin poder trabajar, y vivir así es bastante difícil. Seguimos adelante con la ayuda de amigos, de Mujeres de Negro. Es muy frustrante cuando no puedes afrontar el pago del alquiler de una casa, pero tenemos suerte de tener gente que nos apoya.
¿Piensas volver a Rusia en un futuro?
Me gustaría, supongo que como a la mayoría de la gente que ha venido de Rusia por la guerra, pero no voy a volver mientras viva Putin o mientras no cambie el gobierno ruso a algo mejor. Volveré cuando no me sienta amenazado. Hasta entonces mi plan es conseguir el permiso de trabajo, encontrar trabajo... ya sabes, poner en orden mi vida, alquilar un piso y tener una vida normal.
Cada vez hay más gente que ha llegado a España, y en concreto a Madrid, huyendo de la guerra de Putin. ¿Tenéis canales de comunicación entre vosotros? ¿os ayudáis?
Claro, intentamos estar en contacto. Por ejemplo, hemos creado una organización llamada Rusos viviendo en Madrid contra la guerra. Somos algo más de un centenar de personas ahora mismo y dentro de unas semanas convocaremos una manifestación por la libertad de los presos políticos en Rusia. Por ahora no somos una comunidad muy grande, pero de vez en cuando nos encontramos con otros refugiados rusos e intentamos mantener el contacto, o a veces no, porque cada vez somos más rusos aquí.