Thomas Roberts
El nuevo cine ucraniano refleja las tensiones sociales y políticas del país, los efectos de la agresión de la Rusia de Putin y la situación de la clase obrera en tiempos postsoviéticos. La obra del director Valentyn Vasyanovych da cuenta de ello.
El estreno en Ucrania de Reflection [Reflejo], la película más reciente del director Valentyn Vasyanovych, tuvo lugar durante la Semana de la Crítica de Kiev en octubre de 2022, más de un año después de su primera proyección durante el 78º Festival Internacional de Cine de Venecia. La guerra en Ucrania ha limitado la distribución nacional de la película, aunque Vasyanovych ha indicado que su principal audiencia es internacional. Reflection, al igual que el trabajo anterior del director, Atlantis (2019), examina la guerra en el Donbas desde la perspectiva de los militares ucranianos, para recordar a los espectadores el conflicto que precedió a la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022. Las películas de Vasyanovych expresan con intensidad el horror del combate y el trauma que persigue a los militares veteranos. Lamentablemente, este sensible tratamiento de la experiencia y la subjetividad de los soldados contrasta marcadamente con la poco original representación de los trabajadores postsoviéticos en Atlantis y Reflection. En ambas películas, Vasyanovych presenta a la clase obrera del Donbas como una reliquia del pasado soviético, carente de conciencia y voluntad política: una perspectiva que ha demostrado ser aún más problemática en el último año, ya que Vladímir Putin declara con cinismo, para justificar la agresión de Rusia al país, que el Estado ucraniano es simplemente un invento soviético, «la Ucrania de Vladímir Lenin». Dada la historia de la región, un sitio crucial de la modernización soviética, y su identidad cultural como centro de la heroica clase obrera de la Unión Soviética, el proletariado del Donbas exige una mayor atención que la que le dedica Vasynovych. Al adjudicar una posición marginal a los trabajadores y obreros del Donbas, el cine de Vasyanovych refleja y potencialmente refuerza la marginación de la clase obrera en el discurso político ucraniano, en un momento en el que la producción cultural debería conceptualizar un lugar para los trabajadores y las trabajadoras más allá del campo de batalla.
Ambientada en 2014, en el inicio de la guerra por el Donbas, Reflection se centra en Serhiy (Roman Lutskiy), un cirujano que trabaja como médico voluntario en un batallón de defensa territorial ucraniano desplegado en Donetsk. Serhiy es capturado por separatistas prorrusos, torturado y obligado a presenciar vejámenes contra sus compañeros de armas ucranianos, incluido Andriy (Andriy Rymaruk), la pareja actual de la ex-esposa de Serhiy. Liberado en un intercambio de prisioneros, Serhiy sucumbe rápidamente al trastorno de estrés postraumático y lucha por reanudar su vida cotidiana en Dnipró. Las secuelas del conflicto militar también son un tema central en Atlantis, aparentemente una obra de ciencia ficción ambientada en 2025, un año después de una guerra entre Ucrania y Rusia. En la película, Ucrania ha conseguido la victoria militar solo para asegurarse un Donbas devastado por una catástrofe ecológica, un paisaje de minas inundadas y artefactos explosivos sin detonar. Asumiendo el punto de vista de los sobrevivientes del conflicto, Atlantis revela cómo la guerra ha sobredeterminado la vida en su totalidad, dictando cualquier forma que pueda asumir el tiempo posterior.
La proximidad de la guerra y la vida cotidiana es central en Atlantis y Reflection, y Vasyanovych, que tiene experiencia en cinematografía y documentales, ha desarrollado un lenguaje cinematográfico adecuado para este tema. Serhiy regresa de Donetsk precisamente en la mitad de Reflection; imágenes de su vida civil recuerdan las que se encontraron en el contexto de la guerra, en un reflejo de formas y composiciones entre las dos mitades de la película. En Atlantis, largas tomas fijas registran paisajes devastados por la guerra y la decadencia de la industria, creando una cartografía de la presencia persistente de la violencia pasada. La cinematografía de Vasyanovych explota el potencial forense de la imagen, la manera en que el personaje o el lugar escudriñados producen detalles probatorios. Lo visual predomina en su trabajo y, en consecuencia, se le quita énfasis al sonido: sus películas contienen un diálogo mínimo, y el largometraje anterior, Black Level [Nivel negro] (2017), carece por completo de lenguaje hablado. Al abordar el conflicto del Donbas, Vasyanovych también prioriza la realidad de la guerra, lo que se hace evidente en su preferencia por actores no profesionales, entre ellos militares veteranos. Durante el año pasado, esta ideología artística se expandió a la propia documentación de la guerra. En una declaración a la Federación Europea de Realizadores Audiovisuales, publicada el día después de haber comenzado la invasión rusa, Vasyanovych expresó su intención de permanecer en Kiev, «para estar entre personas conscientes de su filiación étnica, cultural y política», lo que le permite «crear historias reales» sobre los habitantes de la ciudad. A medida que la guerra se desarrollaba en Ucrania la primavera pasada, el director filmó combates cerca de la capital y sus consecuencias.
El cine de Vasyanovych afirma con seguridad su capacidad para acceder a la realidad de la guerra, así como a las recurrentes consecuencias del trauma psicológico. Simultáneamente, Reflection indaga cómo el trauma puede distorsionar la percepción, ya que la elucidación da paso a la ilusión, y el entendimiento, a la desorientación. Tras el regreso de Serhiy a Dnipró, una paloma muere al chocar con la ventana de su departamento y esto sobresalta a su hija. «Creo que vio un reflejo del cielo en nuestra ventana», le explica Serhiy. La paloma confunde la muerte con la libertad, como quienes imaginan que han vuelto del frente escapando de las trincheras y prisiones del Donbas. Mucho después de que la paloma encuentre su final, sigue la marca en la ventana: un recordatorio espectral que filtra la percepción del mundo exterior. Ya sea después del conflicto o fuera de la zona de conflicto, los personajes de Vasyanovych continúan viendo la guerra, o al menos ven a través de ella: la visión misma se reestructura, la identidad propia se reconstituye.
Al explorar el desarrollo psicológico de Serhiy, Vasyanovych emplea metáforas visuales que traducen la interioridad del protagonista a la pantalla, graficando su viaje desde el combate y el cautiverio hasta los esfuerzos de recuperación posteriores a la guerra. En comparación, Reflection atribuye mucha menos complejidad psicológica a los trabajadores ucranianos. Durante el encarcelamiento de Serhiy, este se ve obligado a llevar los cadáveres de los prisioneros de guerra ucranianos para disponer de ellos en un incinerador importado de Rusia (en un camión marcado como «Ayuda humanitaria», nada menos) y volver invisible la guerra. El operador del incinerador, nativo de Donetsk, explica su sueño de comprar un automóvil usado para que funcione como taxi, e incluso afirma que la compra le permitiría alcanzar la «libertad». Con esta aspiración en mente, piensa vender una prótesis de cadera, recuperada del incinerador, en el mercado negro. Decepcionado al saber que la venta no será posible, el hombre acepta un soborno para enterrar en secreto el cadáver de un militar ucraniano, que Serhiy negocia para facilitar la recuperación del cuerpo por parte de la familia del soldado. De una forma u otra, el operario del incinerador obtendrá ingresos a partir de los restos de los muertos en la guerra. Las condiciones económicas en el Dombás, que probablemente hayan precipitado su empobrecimiento, pasan inadvertidas y, en cambio, el hombre anónimo es sometido a una evaluación moral.
Un personaje común en un escenario horrible. El operario del incinerador no es un individuo comprensivo, pero sí representativo de la forma en que Vasyanovych ve a la clase obrera del Donbas: inútil, sin compromiso ideológico, esencialmente dependiente. Podríamos preguntar quién sería el pasajero en este hipotético taxi, pero Reflection no está interesada en dar una respuesta. Una escena de Atlantis, en el piso de una planta siderúrgica del Donbas, ofrece un ejemplo similar. Un representante de la gerencia extranjera anuncia que la planta cerrará por reformas y luego invita a beber a los trabajadores despedidos. Al debatir cómo la planta ha dejado de ser rentable, un empleado increpa al protagonista (también llamado Serhiy; también interpretado por Andriy Rymaruk), un compañero de trabajo y veterano del ejército ucraniano; nunca le pidió a Serhiy que lo defendiera en el frente, afirma, y al menos había empleo estable antes de la guerra. La discusión eleva la temperatura y se produce una pelea. Al igual que el operario del incinerador en Reflection, el rival de Serhiy aparece como representante de una clase obrera que, tras haber abandonado sus convicciones y compromisos políticos, está preparada para servir a cualquier amo.
Mientras el gerente se dirige a los trabajadores siderúrgicos, se muestra su rostro en una gran pantalla de video; después, su imagen es reemplazada por escenas de Entusiasmo. Sinfonía del Donbas (1930), de Dziga Vértov, que se proyecta a espaldas de los trabajadores mientras discuten y pelean. Primera película sonora de Vértov, Entusiasmo documenta el impulso para industrializar el este de Ucrania, ubicando la «voz» del proletariado del Donbas en la modernización soviética. Casi un siglo después, Atlantis contranarra la experiencia proletaria anunciada por Entusiasmo. Vasyanovych yuxtapone de manera irónica la heroización de los mineros y metalúrgicos hecha por Vértov con el colapso industrial que se da en el Donbas. En lugar de la celebración de Vértov de un proletariado colectivizado y con conciencia política, Atlantis retrata a los trabajadores del Donbas como políticamente atomizados, enmarcando el retrato triunfante del trabajo en Entusiasmo como un constructo ideológico arcaico. Simultáneamente, la escena de la planta siderúrgica en Atlantis critica la idea de que la orientación occidental de Ucrania, ganada con mucho esfuerzo, garantizará prosperidad, y demuestra cómo el liberalismo de mercado facilita el saqueo del capital industrial del país (una lectura que el director ha apoyado).
Mientras que Vértov aplica la retórica belicosa del Plan Quinquenal al trabajo industrial y agrícola, caracterizando a los udárnik soviéticos y a las brigadas de los koljoses como «combatientes en la primera línea de fuego», Vasyanovych traza una combinación más literal entre trabajo y militancia. En Atlantis, la guerra reemplaza al trabajo fabril como oportunidad profesional: los militares veteranos siguen realizando prácticas de tiro y uno piensa hacer carrera como mercenario en el extranjero. Con el cierre de la planta siderúrgica, un ex-empleado considera la posibilidad de hacer trabajos de recuperación en los «19 kilómetros de puente» que se derrumbaron en Crimea, en referencia al puente del estrecho de Kerch que conecta la península de Crimea anexada a Rusia (y el sitio de una reciente explosión que hizo que colapsara parte del puente). Mientras permanece en el Dombás, Serhiy es contratado para entregar agua fresca a trabajadores y soldados, y colabora con el trabajo de Black Tulip, una ONG que localiza e identifica restos de combatientes. Aunque más esperanzadora, su obra es también una forma de recuperación, una actividad económica nacida de la destrucción.
Atlantis y Reflection representan con precisión la devastación incesante del Donbas y la forma en que la guerra ha acelerado el despojo de los trabajadores y trabajadoras de la región; sin embargo, ambas películas retratan a los propios trabajadores como debilitados, personas que han sacrificado toda ideología que vaya más allá de la autopreservación. Los veteranos de guerra de Atlantis se quejan de que sus compañeros de fábrica que se negaron a tomar las armas quieren que «llegue un zar y resuelva todos sus problemas». En una entrevista con Radio Liberty, Vasyanovych critica a los mismos personajes en términos similares, afirmando que su «capacidad para manejar sus vidas se ha atrofiado» a lo largo de generaciones de empleo industrial. Los trabajadores –sostiene– anhelan la estabilidad del Estado de Bienestar soviético y están ansiosos por ceder la responsabilidad personal a la gerencia de la fábrica o al gobierno, incluidas las autoridades separatistas de Donetsk y Lugansk.
Por desgracia, esta perspectiva no es infrecuente entre la intelectualidad ucraniana (o más ampliamente, postsoviética); también refleja una evaluación general de la clase obrera postsoviética, de la cual el proletariado del Donbas es emblemático. Vasyanovych desarrolló Reflection en colaboración con el asesor de proyectos Stanislav Aseyev, un periodista ucraniano secuestrado en 2017 por fuerzas separatistas en el Donbas. Aseyev sobrevivió 28 meses en la infame prisión de Izolyatsia, una antigua fábrica de materiales aislantes y centro de artes en Donetsk, que fue tomada por militantes prorrusos en 2014 y utilizada como centro clandestino de detención, interrogatorio y tortura. En su colección de ensayos In Isolation: Dispatches from Occupied Donbas [En aislamiento. Despachos desde el Donbas ocupado], Aseyev también presenta a la clase obrera de la región como pasiva y apática, así como nostálgica del periodo soviético, no en términos ideológicos, sino emocionales. Para el proletariado postsoviético, «Lenin es un helado marca Kashtan que costaba 28 kopeks y un mitin con sus papás en el templado mes de mayo de 1979», una experiencia de comodidad y complacencia. Aseyev no solo invoca el constructo sociológico del Homo sovieticus, el paradigma peyorativo del sovok como característica de la población del Donbas, sino que postula el modelo del Homo donbasus, una figura marcada por la desilusión y la indiferencia.
Teniendo en cuenta los desafíos a los que se enfrentó el Donbas en el periodo postsoviético y la constante pérdida de poder de los trabajadores de la región, la desilusión parece casi inevitable. La economía del Donbas decayó con más rapidez que la de otras partes de Ucrania después de 1991, en medio de la privatización oligárquica de activos industriales. La guerra en el Donbas provocó un daño considerable a la economía regional, daño que no hizo más que acelerarse con la invasión militar de Rusia y la concentración de los combates en el este y el sur de Ucrania. Simultáneamente, la política económica ucraniana ha hecho poco para mejorar las condiciones o perspectivas de la clase obrera del Donbas. Desde 2014, Ucrania se ha desindustrializado rápidamente, lo que indica una mayor erosión de la posición de los trabajadores en la economía de la nación. En el mismo periodo posterior a Maidán, la izquierda ucraniana ha sido sistemáticamente marginada, y numerosos partidos de la oposición han sido proscritos en un proceso continuo de «descomunización». Esta contracción del campo electoral de Ucrania niega una voz política a los trabajadores privados de sus derechos, situación agravada por el desmantelamiento de la legislación laboral progresista. El año pasado, el gobierno ucraniano aprobó múltiples enmiendas al código laboral, lo que debilitó sustancialmente los derechos laborales. La ley 5371, ratificada en agosto de 2022, elimina las protecciones laborales para aproximadamente 70 % de los trabajadores y trabajadoras de Ucrania y restringe la autoridad de los sindicatos durante el periodo de la ley marcial, una disposición de caducidad que solo se agregó gracias a la presión de los gremios. Mientras tanto, el gobierno continúa buscando la liberalización económica, defendiendo la privatización, la desregulación y otras políticas que bien pueden ser calificadas de ilógicas para una economía de guerra. Los planes propuestos para la reconstrucción de Ucrania también favorecen intereses corporativos, pero no incluyen disposiciones para una recuperación del sector industrial dirigida por el Estado.
Cuando sea que terminen los combates en Ucrania, el Dombás enfrentará el potencial de un daño económico permanente que probablemente impactará de manera desproporcionada en la clase obrera de la región; los «perdedores» de la transición postsoviética, como sugieren la política actual y la planificación de la posguerra, han sido condenados a perder una vez más. Enfocadas típicamente en protagonistas desorientados de clase media y de mediana edad, las películas de Vasyanovych no logran registrar la actual degradación del proletariado postsoviético ni las posibles consecuencias para el futuro político de Ucrania. Al omitir el trabajo en sus películas, el director demuestra una tendencia común a la intelectualidad postsoviética que, como sostiene Ilya Budraitskis, considera que su misión es la batalla contra el pasado comunista. Esta «lucha contra los restos», señala Budraitskis, conduce a la «desmaterialización de la realidad»; en el caso de Vasyanovych, un cineasta comprometido con el realismo y la veracidad documental, esto distorsiona la representación de la Ucrania postsoviética y limita la perspectiva crítica sobre su futuro. Si bien Reflection y Atlantis iluminan el resultado traumático de la violencia que tiene lugar en el Donbas, también son indicativas de un mayor esfuerzo postsoviético para deconstruir las representaciones soviéticas del trabajo heroico, planteando una antipatía entre votantes intelectuales y votantes proletarios. Vasyanovych ha desarrollado un lenguaje cinematográfico modernista que reconoce un proyecto de modernidad fallido, satisfecho con estetizar sus ruinas. Su obra debería más bien utilizar los recursos del legado modernista para representar la experiencia colectiva, brindando retratos complejos y totalmente dimensionales de la clase obrera y un análisis riguroso de las condiciones económicas y sociales. Cuando termine la guerra, será urgente vislumbrar un futuro para los trabajadores del Donbas más allá de los militares y sus residuos, un futuro basado en la acción solidaria y progresista, para asegurar la participación de la clase obrera en el proyecto político ucraniano. Por ahora, aun cuando Rusia intenta absorber el Donbas y continúan los combates en la región, es fundamental tener en cuenta que ese futuro es posible y llevar su representación al público de cine de todo el mundo.
Este artículo fue publicado en LeftEast. Puede leer el contenido original aquí
Traducción: Carlos Díaz Rocca