El final del siglo XX, marcado por la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la derrota del “socialismo real”, incitó a algunos intelectuales a proclamar “el fin de la historia”.
Para muchos, parecía que superar la lógica campista de los bloques militares, políticos y económicos era un punto de no retorno que evitaría futuras crisis de proporciones mundiales. La creencia de que se había inventado un modelo de seguridad internacional estable era particularmente dominante. Sin embargo, esta visión idílica del mundo no duró mucho. El comienzo del siglo XXI estuvo marcado por la “guerra contra el terrorismo” mundial, el ascenso de nuevos gigantes económicos como China y el renacimiento de formas radicales de nacionalismo y de fundamentalismo. Uno de los acontecimientos clave de esta secuencia es la guerra ruso-ucraniana y su punto culminante con la invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022. La amenaza de un enfrentamiento nuclear, el desastre ecológico y humanitario y la incapacidad de los mecanismos internacionales existentes para detener la guerra: todos estos desafíos al sistema de seguridad mundial obligan a buscar una alternativa. El análisis de la situación actual desde la perspectiva de la izquierda socialista y la discusión de nuevas visiones tuvieron lugar en la conferencia Feuerbach 11, organizada por la revista Commons.
La reconfiguración de la economía mundial y los desafíos de la seguridad mundial
Los acontecimientos que comenzaron después del 24 de febrero fueron provocados por profundos cambios estructurales. Por eso es importante que al final de la guerra el sistema de seguridad mundial no vuelva al estado que precedió a la invasión rusa y que hizo posible la escalada de la guerra ruso-ucraniana. Ilya Matveev, politólogo, investigador del Laboratorio de Sociología Pública y redactor jefe de Posle.Media, habló sobre estos cambios geopolíticos de los últimos años y sobre sus consecuencias.
En esta perspectiva, el investigador destaca las tendencias recientes en las relaciones entre Estados Unidos y la República Popular China. El cambio general en las políticas de estos países queda ilustrado por dos acontecimientos recientes sin precedentes. En primer lugar, este año, Estados Unidos abandonó su línea de “ambigüedad estratégica” con respecto a Taiwán, la cual estuvo marcada por la declaración de la administración estadounidense de que, en caso de guerra contra Taiwán, EE.UU. debería intervenir.
En segundo lugar, debido al riesgo potencial de presión política y económica por parte de Occidente, China está llevando a cabo los llamados “test de resistencia” para comprobar su estabilidad en caso de sanciones estadounidenses como las aplicadas contra Rusia después del 24 de febrero. Muchos inversores estadounidenses ya se están retirando de China, mientras que cada vez son más las empresas chinas que rechazan las inversiones y los activos estadounidenses porque, en caso de sanciones estadounidenses, los mismos serán congelados. Por lo tanto, es legítimo hablar de la tendencia mundial hacia la separación económica, un proceso contrario al de la globalización de finales del siglo XX.
Otro ejemplo del proceso de separación propuesto por Ilya Matveev es el de la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, que apoya el “friend-shoring”: el desplazamiento de las cadenas de suministro dentro del espacio geopolítico occidental y la ruptura de las relaciones económicas con China. Esta idea es cada vez más influyente en los círculos intelectuales estadounidenses, ya que consideran que la era de la globalización ha terminado y que, por lo tanto, es necesario crear una especie de bloque comercial que incluya a los países políticamente amigos y que implique cortar los lazos económicos con los países hostiles, en primer lugar de ellos, China.
Según Ilya Matveev, está claro que la formación de bloques económicos -estadounidense, chino y posiblemente ruso- provocará una presión adicional entre los imperialismos y amenazas redundantes a la seguridad mundial. Por supuesto, el comercio entre China y EE.UU. sigue representando billones de dólares, por lo que es imposible que desaparezca instantáneamente. Por otro lado, algunos políticos influyentes, como Olaf Scholz, se muestran críticos con el nuevo paradigma del “friendly-shoring”. Matveev resume la situación de la siguiente manera:
“Por supuesto, este proceso tiene sus límites. Pero me temo que una vez iniciada, la separación económica se aceleraría por sí misma. Podría producirse gradualmente al principio, con una disminución lenta del volumen del comercio y, luego, el aislamiento aumentaría bruscamente, provocando un colapso total en todas las relaciones económicas. Entonces, nada impedirá que el mundo se hunda en un nuevo conflicto global”.
Debates en la izquierda internacional y amenazas para la región de Europa del Este
Ante los crecientes retos, es importante desarrollar nuevas visiones del sistema de seguridad global desde una perspectiva de izquierdas. Aunque la invasión rusa ilustra las posibles consecuencias de la fragmentación y la separación económica, es importante darle una valoración política adecuada, para profundizar en la comprensión de las fallas de las herramientas existentes de prevención de guerras. Y aunque no existe una visión unificada de estos acontecimientos dentro de la izquierda, la mayoría de las voces socialistas reconocen la existencia de principios de base.
Uno de ellos es la distinción entre las guerras legítimas, como las guerras de defensa nacional o de liberación nacional, y las guerras imperialistas o coloniales, es decir, las guerras de opresión. Esta distinción es fundamental, afirma Gilbert Achcar, investigador en desarrollo y relaciones internacionales de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Esta clasificación no sólo aporta herramientas para reconocer firmemente que la lucha ucraniana contra la Federación Rusa es legítima -la retórica y las acciones de Putin son claramente coloniales hacia Ucrania-, sino que también permite abordar mejor la cuestión del creciente nacionalismo ucraniano. En la situación de la guerra de liberación nacional, el nacionalismo del pueblo oprimido se justifica, a diferencia del nacionalismo del opresor, que siempre es esencialmente chovinista.
Esta clasificación de las guerras aporta el marco para los debates, incluidas las razones de la invasión militar a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. Algunas organizaciones socialistas interpretan estos acontecimientos como medidas necesarias, que las autoridades rusas se vieron obligadas a tomar debido a las amenazas del imperialismo occidental contra su seguridad nacional. Los defensores de esta posición comparan las acciones de Rusia con una situación hipotética: si imaginamos que China convirtiera México en su base militar, ¿qué haría EE.UU. en ese caso? Pero Gilbert Achcar señala las inconsistencias de tal posición porque sus partidarios, en caso de una invasión preventiva de EEUU a México, tendrían que justificar las acciones de EEUU, el país que para ellos es la encarnación del imperialismo mundial. La esencia de este argumento es la legitimación de la agresión, el desplazamiento de la atención del imperialismo ruso hacia el imperialismo estadounidense y, por último, el empuje de todas las partes para iniciar inmediatamente negociaciones en las que Ucrania no tendrá subjetividad ni espacio político.
La izquierda internacional reclamó y sigue reclamando la disolución de la OTAN porque, tras el hundimiento de la Unión Soviética, esta alianza militar ha cambiado no sólo en su función sino también en su modo de acción, subrayó Gilbert Achcar. Desde la década de 1990, la alianza ha intervenido en los Balcanes, en Afganistán y en Irak. La expansión del bloque militar tampoco se ha detenido. El investigador resume la cuestión de la siguiente manera:
“Así pues, debemos reconocer el hecho, que en modo alguno justifica las acciones de la Federación Rusa, de que V. Putin es en parte el resultado de circunstancias históricas y políticas moldeadas por Estados Unidos.
El auge del nacionalismo es una reacción a una amenaza de Occidente que la propaganda de Putin utiliza para reforzar los sentimientos nacionales”.
Sin dejar de reconocer el papel desempeñado por Estados Unidos en la creación de las condiciones para el surgimiento de la Rusia de Putin, es importante no exonerar a este último de la responsabilidad de sus políticas. La Rusia de Putin es un país extremadamente agresivo que ha participado en diferentes guerras o las ha iniciado él mismo: la guerra de Siria, las dos guerras de Chechenia, la guerra de Ucrania. Ilya Matveev señaló que las autoridades rusas no han propuesto nunca una arquitectura alternativa para la seguridad mundial sin la OTAN, aunque siempre han criticado a la Alianza. Por el contrario, los dirigentes rusos tienen una necesidad patológica de demostrar que pueden hacer las mismas cosas que la Alianza. Prueba de ello, entre otras cosas, es que el discurso de Putin tras la anexión de Crimea contenía fragmentos de la declaración de independencia de Kosovo.
Aunque la retórica de las autoridades rusas utiliza estereotipos sobre la multipolaridad y la lucha contra la hegemonía estadounidense y por la paz, las acciones de los dirigentes rusos han aumentado deliberadamente las tensiones en el espacio postsoviético. Zofia Malisz, miembro del partido parlamentario de izquierdas polaco Razem, sostiene que la OTAN, tras la inclusión de Polonia y otros países en la Alianza, adoptó una táctica extremadamente cautelosa hacia Rusia. Por ejemplo, no hubo soldados estadounidenses en Polonia hasta 2014, y desde luego no hay armas nucleares. La escalada en Europa del Este ha sido siempre impulsada por Rusia.
Según Zofia, las posiciones de la izquierda mundial respecto a la seguridad internacional y los mecanismos que propone son muy abstractos o están extremadamente ideologizados, lo que los hace prácticamente inútiles en situaciones de conflicto armado en curso. La posición abstracta de la izquierda occidental equivale a menudo a un pacifismo ingenuo y a una posición ideologizada, a un discurso de “no a la OTAN”. Los desafíos a los que se enfrentan las instituciones internacionales hoy en día son mucho más complicados que el análisis ofrecido por los defensores de las visiones anteriores. Por lo general, no tienen en cuenta el abanico de formas de resistencia inmensamente relevantes, como la oposición a la industria de los combustibles fósiles y al complejo militar-industrial vinculado a la misma.
“La paz, la desmilitarización y el desmantelamiento de bloques militares como la OTAN o la OTSC (Acuerdo político-militar, promovido principalmente por Rusia de vocación político-militar entre varios países de Europa y Asia Central integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. ndt) son, sin ninguna duda, objetivos que la izquierda debe perseguir a largo plazo, pero no son objetivos oportunos”.
Los políticos que han adoptado la postura del “no a la OTAN” no son coherentes, al menos cuando mezclan las situaciones de todos los países miembros de la Alianza, sus intereses y los problemas de seguridad a los que se enfrentan. Así, para llegar a un acuerdo, es necesario tener en cuenta a cada país del Tratado del Atlántico Norte, su situación política y proponer alternativas al bloque militar. Zofia Malisz afirma que hasta ahora no tenemos una respuesta coherente de la izquierda occidental donde se haya realizado este tipo de trabajo. Además, el partido Razem planteó estas cuestiones mucho antes de febrero de 2022, e incluso entonces, cuando la situación mundial era completamente diferente, no existía una estrategia coherente.
Dada la amenaza activa que supone el imperialismo ruso, países como Finlandia, Letonia, Polonia y Rumania tienen todo el derecho a armarse y exigir a la OTAN el suministro de armas, afirma Zofia Malisz. Quienes adoptan una postura demasiado ideologizada y niegan este derecho, ignoran los intereses de seguridad de los países de Europa del Este. Puesto que algunos partidos de izquierda reconocen la justificación de armar a los países de Europa del Este, “ahora hay espacio para un diálogo sobre esta cuestión con los socialistas occidentales”.
Pero, como señaló la militante polaca, sigue siendo necesario un debate internacional más amplio y una búsqueda común de alternativas. Esto hace imposible una solidaridad efectiva durante la guerra y fragmenta el movimiento de la izquierda mundial:
“En lugares como Ucrania, Polonia y los países escandinavos, la izquierda no puede simplemente permitirse el lujo de evitar el análisis programático de las políticas de defensa y centrarse únicamente en la oposición al imperialismo de la OTAN”.
Visiones socialistas para el sistema de seguridad internacional
Gilbert Achcar subraya que el programa socialista contemporáneo debe dividirse en dos categorías, utópica y táctica. Esto evitará, según el investigador, discusiones improductivas en el seno de la izquierda. Hoy es sumamente importante renovar el diálogo sobre las visiones a corto y mediano plazo. La posición pacifista de la izquierda occidental, provocada por la incapacidad de formular visiones a corto plazo, es muy peligrosa y crea una falta de ideas no sólo en el ámbito de las capacidades de seguridad y defensa, sino también en otras cuestiones importantes, señala Zofia Malisz. Por ejemplo, puesto que la izquierda occidental califica al partido Razem de pro-OTAN, se niega a debatir con él otras cuestiones: económicas, ecológicas, culturales, etc. Zofia habló de los peligros de esta situación para Ucrania:
“Cuando el debate internacional no existe en el seno de la izquierda, cuando la izquierda no participa en la discusión, se aísla, permite que prevalezca el capital, que es lo que ocurrió en Polonia a principios de los años noventa. No teníamos alternativas de izquierda para el proceso de transformación por parte de nuestros camaradas occidentales. Y esto puede volver a ocurrir en Ucrania si en un futuro próximo no hay diálogo y comprensión de las diferentes realidades de la seguridad política.”
Se necesitan acciones y propuestas urgentes para garantizar la paz en la región y crear una alternativa socialista para Ucrania. Sin el pleno apoyo de la izquierda ucraniana y del movimiento sindical, las nuevas doctrinas neoliberales de choque se impondrán en el país.
El partido Razem trabaja por una alternativa de izquierdas que supere la falsa dicotomía entre pacifismo ingenuo y militarismo. Es importante, como señala en su obra la militante e investigadora socialista francesa Catherine Samary, crear una forma más democrática de gestión de las fuerzas armadas. Para lograrlo, Razem propone un enfoque para construir las fuerzas armadas como una institución de servicio público que responda a las funciones constitucionales del Estado, a saber, la defensa de sus ciudadanos y la garantía de la integridad de las fronteras nacionales. Este concepto minimiza la capacidad de los militares para alcanzar objetivos políticos y económicos. En primer lugar, deben garantizar la seguridad de los ciudadanos y la inviolabilidad de las fronteras estatales, y sólo entonces podrán ayudar a los aliados. Zofia Malisz señaló que otro punto del programa del partido polaco consiste en luchar contra la creciente militarización de la sociedad e impedir el uso del ejército para alcanzar los objetivos de las fuerzas políticas de derechas. Para lograrlo, proponen limitar los presupuestos militares al 2%. Esto también reducirá la posibilidad de utilizar fondos presupuestarios para estimular la economía a través del complejo militar-industrial.
Gilbert Achcar propuso un enfoque alternativo para dar forma a un sistema eficaz para una paz estable. Según el investigador, los socialistas deberían defender el modelo conceptual de relaciones internacionales plasmado en la ONU y en su carta. En particular, la no injerencia de los Estados en los asuntos de otros Estados, es decir, la prohibición de que los Estados más poderosos intervengan en los asuntos de los Estados menos poderosos. La Carta establece una cierta igualdad entre los países, creando así un espacio mundial más democrático. Al mismo tiempo, el principio de no injerencia no se extiende a las actividades de los movimientos sociales y partidistas mundiales. Gilbert Achcar señala que:
“La ONU es una realización histórica importante, producto del movimiento secular de la historia y de dos horribles guerras mundiales. Todo ello permitió la creación de este tipo de organización que es, sin duda, un gran paso adelante en el ámbito de las relaciones internacionales, a pesar de todas sus limitaciones.”
El desarme mundial, también incluido en la Carta de la ONU, debe ser una posición fundamental del programa socialista. Debería haber una campaña internacional constante sobre esta cuestión. Un ejemplo de este tipo de iniciativa es el discurso de 50 premios Nobel, los que propusieron que todos los países del mundo redujeran sus gastos de defensa en un 2% cada año bajo la supervisión de la ONU. Calcularon que el dinero así “liberado” durante algunos años podría ser utilizado para luchar eficazmente contra el cambio climático y vencer las pandemias. El principio de desmilitarización siempre ha formado parte del movimiento obrero. Ya a finales del siglo XIX, Friedrich Engels se dirigió a los trabajadores en un panfleto en el que llamaba a luchar por el desarme.
Hoy podemos observar una tendencia objetiva hacia la fragmentación de las relaciones internacionales y la economía, y la división del mundo en esferas de influencia, lo que marca el final de la globalización a principios del siglo XXI. Los mecanismos conocidos de la seguridad mundial muestran su ineficacia en las nuevas circunstancias que permiten los conflictos armados, las guerras económicas, etc. En la dicotomía entre neomercantilismo y economía globalizada, el primero ha demostrado ser históricamente destructivo, y la segunda no se ajusta a la realidad y es cada vez menos pertinente.
Hoy es extremadamente importante proponer una nueva visión que se base en los valores de la izquierda y que sea capaz de garantizar una paz estable. La creación de tales políticas requiere debates globales en el seno de la izquierda internacional, un diálogo sobre las soluciones a corto plazo y un análisis de las situaciones individuales de los distintos países. El hecho de evitar la polémica y la búsqueda común de alternativas, cultivando un vacío de ideas y repitiendo tópicos obsoletos es una forma de crear un terreno fértil para los políticos neoliberales, la agresión interimperialista directa y el ascenso de las fuerzas de extrema derecha.
Maksym Shumakov, estudiante de la Facultad de Filosofía, investigador en Inteligencia Artificial, militante del Movimiento Social y dirigente de la red sindical estudiantil independiente Acción Directa.